[SEGUNDO LIBRO TRILOGÍA AMOS]
El ángel a decidido al fin olvidar sus principios.
El ángel olvidó a su clan y escogió a un demonio en su lugar.
Pero, ¿y el demonio?
Ella es la hija de un poderoso ángel caído.
Hija del primer demonio femenino.
Pero s...
-¡Oigan, es mi coche! ¡Tengo una cena de aniversario en diez minutos!
-¡Pues llegas tarde, imbécil! -le gritó de vuelta Idalia cuyas llaves había arrancado de sus manos antes de subir.
-Pídase un taxi. -se acercó Alexander al hombre de playera de palmeras amarilla y pantalones cortos blancos para ponerle un billete de veinte dólares enrrollado detrás de la oreja.
El tipo de cabello rubio teñido y morena piel observó el billete entre sus dedos con burla sin retirar sus gafas de sol.
-¡Con esto no llego ni al casino de la esquina!
-¡Pues haga como nosotros y vaya allí a jugar para ganar dinero! -contestó de mala manera Tracy una vez que le quitó de nuevo el billete, empujándome para subir a la parte trasera del coche.
Dejamos al hombre blasfemando y Richard arrancó justo a tiempo.
Las manos de los ángeles intentaron incluso clavar sus uñas en los cristales pero salimos a toda velocidad y los perdimos por un largo rato. Con Tracy sentada en el regazo de Alexander e Idalia en el lugar de copiloto mordí el interior de mis mejillas para no reír al imaginar la posición en la que estarían Jacob y Lorcan.
-A quien se le ocurra abrir la boca lo tiro del coche. -amenazó el del cabello en forma de cresta, intentando mantener su trasero lo más cerca posible de las rodillas de Lorcan.
Apreté los labios mientras Richard esquivaba coches a toda velocidad.
Todos soltamos un quejido y los demás se ahogaron en exclamaciones cuando dos vehículos chocaron contra nosotros por este y oeste. Aferrándome a la parte trasera del asiento del conductor permanecí en silencio mientras los demás intentaban guiar a Richard.
-¡Son como un grano en el culo!
-¿No podemos teletransportarnos?
-¡¿Y teletransportar tambien la mitad de Las Vegas?!
-¡Estoy intentando dar soluciones!
-¡No son soluciones si siempre traen consigo problemas mayores!
Volvimos a sacudirnos por dos golpes más.
-¡Nos vamos a quedar sin coche, haz algo Richard!
-¡¿Algo más que conducir?! -reclamó el conductor, fulminando de soslayo a Idalia.
-¡Intenta librarte de uno al menos!
-¡Si giro con fuerza volcaré el coche!
-¡¿Y es mejor el que nos aplasten?!
-¡¿Puedes calmarte?! ¡Pareces un histérico! -se burló Lorcan cuando Jacob gritó aquello por los cuatros vientos.
-¡COMO VUELVAN A GOLPEARNOS ME VERÉ OBLIGADO A ARRIMAR MÁS EL TRASERO HACIA TI Y COMO SIENTA TU MIEMBRO ENTONCES SÍ QUE SERÁS TESTIGO DE LO QUE ES LA HISTERIA!
