5⛥The First Saint Master

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Maratón 3/3

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Maratón 3/3








De nada nos sirvió correr.

Cada vez que nos poníamos en pie aquella desconocida cosa volvía a volar sobre nuestras cabezas.

La niebla fue perdiendo densidad y eso sólo nos alarmó aún más. Antes pudimos desear el que desapareciera para al menos saber nuestra ubicación, pero ahora la niebla era lo único que le impedía a dicha criatura el encontrarnos. Parecíamos estar en la nada. Nuestros pies descalzos aún pisaban la arena negra pero el cuadrado parecía haberse vuelto infinito.

-Deimos, detente.

Jadeando posé mis manos en mis rodillas.

No serviría de nada seguir corriendo pero Deimos seguía ensimismado en que en algún lugar deberíamos de acabar.

-Muertos es lo que vamos a acabar como no te detengas a tomar un respiro. -dije a duras penas, mirando el cielo con los ojos llorosos.

-No podemos detenernos. Ese es el mayor error de las presas.

No pude evitar el reír con sarcasmo.

-¿Somos presas?

Fue decir aquello y la criatura volvió a aparecer.

Antes de poder siquiera desarrollar nada sentí mi cuerpo alzarse. La daga resbaló de mis dedos a la vez que mis piernas se empezaron a mover frenéticamente en el aire. Miré mis hombros, topándome con unas enormes garras de piel ceniza y largas uñas sucias. Éstas se habían adueñado de mi capa, alejándome cada vez más del suelo.

-¡Joder! -grité a la vez que me revolvía, intentando despojarme de la capa.

Escuchaba los gritos de Deimos, los cuales sólo acabaron por alterarme más.

Y entonces mis ojos decidieron observar alrededor. La niebla había quedado atrás y en cámara lenta observé el eterno escenario en el que nos encontrábamos. Efectivamente el cuadrado se había vuelto infinito. La arena se extendía durante varios metros más y la oscuridad me impidió ver más a lo lejos. Acto seguido procedí a alzar la mirada, curiosa por la criatura que intentaba huir conmigo.

El horror viajó a mi rostro y ahogando un grito incrementé la rapidez de mis movimientos, intentando con desesperación encontrar el botón que me liberaría de su agarre.

Y justo al dar con el botón adecuado, sin pensármelo dos veces lo desabroché. No supe el error que había sido realizar aquello hasta que mi cuerpo cayó en picado para después impactar con fuerza contra el suelo. Mi boca se abrió, intentando recuperar el aire que la caída me arrebató. Posé mi mano a un lado de mi cadera, ahogando débiles quejidos por el dolor de mi lumbar. Deimos se arrodilló junto a mí e incorporó mi cabeza. Llevé mi dedo índice a mis labios, pidiéndole silencio.

-El ángel caído... -susurré, intentando incorporarme con cuidado.- Es el jodido ángel de la sala.

Otro temblor se adueñó de mi al recordar sus cuencas inyectadas en sangre. Exactamente, me observaron como si fuera una presa.

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