49⛥ The Walking Darkness

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Capítulo dedicado a DaylerisCadalzo

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Capítulo dedicado a DaylerisCadalzo






Las siguientes torturas fueron más mentales que físicas. 

Los trillizos me hicieron dos visitas más en las que asentaron numerosos golpes en mis costillas y rostro, todo con el fin de que aceptara servirles. Pero dicha promesa no podía ser pronunciada por mis labios. 

Me negaba. 

¿Aceptar el que maten a los primeros amos y a la orden de Salem para después convertirme en su sumisa? Preferiría el aceptar la muerte, entonces. 

Debido a la debilidad de mi organismo perdía la consciencia de manera continua. Varias veces recordaba el haber visualizado a los otro tres miembros de los Santos Amos mover las manos en frente de mi rostro e intentar despertarme, fallando en cada intento. Horas más tarde volví a alejarme de la realidad cuando la familiar neblina comenzó a inundar mis ojos. 

En el instante en que mi cabeza se dejó caer al frente un pitido ensordeció mis oídos. Apreté los ojos con fuerza y la sorpresa me abordó cuando unas frías manos se posaron sobre mis mejillas. Parpadeé con rapidez para alzar lentamente la mirada. Mis ojos no daban crédito a lo que observaban. Parpadeé seguido y miré a mi alrededor cuando la niña retiró su tacto de mi rostro. 

Seguía encadenada y arrodillada. 

No fue el apagado brillo en sus oscuros ojos ni el vestido blanco rasgado que cubría su pequeño cuerpo lo que me hizo sospechar que algo no andaba bien, sino su piel grisácea. Sus labios estaban secos y su rubio cabello lleno de sangre seca. 

-¿Galilea? -susurré sin apenas voz. 

La niña que hace poco se encontraba entre la vida y la muerte en la cama se hallaba en frente de mí con un aspecto incluso funerario. 

Paseó y mi respiración fue interrumpida cuando introdujo la mano derecha en las llamas del cuenco a mi izquierda. Movió los dedos dentro y con los ojos como platos observé cómo la carne de estos era consumida para dejar paso únicamente a los huesos. 

Mi mirada fue inundada en lágrimas al comprender lo que su visita significaba. Intenté controlar mi respiración pero inevitablemente las lágrimas cayeron sobre mis mejillas cuando una diminuta sonrisa asomó en sus labios. 

-Perdóname. -susurré cuando retiró la mano del cuenco para situarse en frente de mí.- No e podido salvarte. 

Cerré los ojos cuando acarició mi cabello con suavidad. 

Un agudo dolor se manifestó en mi pecho para acabar expandiéndose por doquier, recordándome que aún poseía cierta debilidad. Tensé con fuerza la mandíbula para acabar posando la frente sobre la de ella. 

-¿Por qué te han hecho esto? -me preguntó con dulce voz.- ¿Acaso no castigan sólo a los malos?

Sin separar nuestras frentes reí entre dientes y lágrimas. 

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