[SEGUNDO LIBRO TRILOGÍA AMOS]
El ángel a decidido al fin olvidar sus principios.
El ángel olvidó a su clan y escogió a un demonio en su lugar.
Pero, ¿y el demonio?
Ella es la hija de un poderoso ángel caído.
Hija del primer demonio femenino.
Pero s...
Sin concedecerle una respuesta automática continué caminando a su lado tras abrazar con más fuerza mi cuerpo con la negra tela de su capa.
La tierra bajo mis pies esta vez poseía una temperatura demasiado alta para no ser incómoda pero tampoco era insoportable. Tras continuar rodeando el volcán observé a mi padre de reojo. Mi nuca y frente eran de puro sudor mientras que él continuaba tan impecable como siempre, generándome una sana envidia.
Su armadura esa noche era roja. Lo más llamativo de esta resultó ser la cabeza de carnero grabada en líneas de cobre en el centro de su pecho. Los ojos del carnero eran pura oscuridad en la cual de vez en cuando se leflejaba la lava que expulsaba el volcán.
-¿Fingir? -pregunté al fin, haciéndome la ignorante.
-Tus sentimientos, hija.
-Los demonios no tenemos sentimientos, padre.
-Estás muy equivocada. -suspiró.- Nadie se libra de tener sentimientos pero otra cosa es admitirlos en voz alta. -me observó de reojo y acercó su cuerpo para chocar suavemente su hombro con el mío.- O me cuentas la razón de tu nada agradable apariencia o...
-Deimos. -resumí tras cerrar los ojos unos segundos, evadiendo por completo contarle la humillación que sufrí a manos de los Santos Amos.
-¿Deimos es la razón de tu actitud? Me encantará escucharte, entonces.
-¿Mi actitud? ¿A qué te refieres? -alcé las cejas.
Le escuché soltar una profunda risa por lo bajo y al fulminarlo con la mirada devolvió sus ojos al frente para después posar sus dos manos sobre su espada tras simular ver un imaginario reloj en su muñeca derecha.
-No has manifestado tu pésimo humor en un buen rato. Ni tampoco tu hechizante sonrisa. -contestó.
Ante aquello no pude hacer nada.
Tenía razón. Maldita sea por supuesto que la tenía. Al irse aquel traidor se llevó consigo la única parte viva que quedaba en mí.
-Le di más oportunidades de las que merecía. -siseé.- En todo momento tuvo las puertas de su mundo abiertas. ¿Sabes lo rastrero que a sido al lamentarse de unas alas perdidas? ¿De lo culpable que siempre me a hecho sentir al respecto? ¡Nunca a perdido nada! -bramé con ira.
-Te equivocas en esa parte también. -inspiró.- Te a perdido a ti.
No sonó burlón ni enojado, únicamente sereno.
-No creo que haya sentido por mí lo mismo que yo e sentido por él. -me sinceré con el corazón en la garganta.- Mientras yo planeaba un futuro a su lado su única preocupación era el no fallarle a su padre. ¡Di más de lo que se me pidió, maldita sea! Pero nada fue suficiente. Nunca lo es cuando se trata de Deimos.
