[SEGUNDO LIBRO TRILOGÍA AMOS]
El ángel a decidido al fin olvidar sus principios.
El ángel olvidó a su clan y escogió a un demonio en su lugar.
Pero, ¿y el demonio?
Ella es la hija de un poderoso ángel caído.
Hija del primer demonio femenino.
Pero s...
Breve Nota: Gracias individualmente a cada alma por conseguir que lleguemos a esto: AMO con 40K visitas y AMA con 1k. Es un honor escribir al igual que prestar atención especial a cada uno de vosotros, tanto en vuestros comentarios como en los mensajes privados.
Un enorme abrazo.
⛥⛥⛥
-La vidente.
Tan rápido como aquello salió de mi boca mis pies quisieron echar a correr de nuevo hacia el parque.
La mano de Deimos me detuvo en el instante en el que una ambulancia y dos coches patrulla frenaron con estrepitosos chirridos a un lado de nuestro todoterreno. Nos alejamos de la entrada cuando bajaron paramédicos sosteniendo una camilla y con urgencia entraron al parque.
Segundos más tarde se escucharon algunos gritos y familias comenzaron a salir, cubriendo los ojos de sus hijos. Limpié la espuma blanca de mi barbilla y decidida eché a caminar de nuevo hacia la entrada. La frustración se adueñó de mi cuando fui frenada de nuevo.
-Quiero ver qué a ocurrido.
-Lo que no querrás es estar metida horas en una comisaría. -dijo el segundo de los primeros amos, empujándome hacia el todoterreno.
Consiguió que subiera y antes de que cerrara la puerta impacté mi palma contra ella.
Sus ojos siguieron a los míos, los cuales observaban en cámara lenta a los paramédicos abandonar el parque. Fruncí el ceño al notar la disminución de su urgencia pero lo comprendí todo al ver el cuerpo de la camilla, cubierto de pies a cabeza. Deimos quiso cerrar la puerta pero ejercí más presion a la vez que una gélida brisa nos azotaba a todos. Mis ojos volvieron entonces a la camilla, captando el momento exacto en el que la manta térmica descubría la mitad del cuerpo sin vida.
Me sorprendí. No debería a éstas alturas pero el ver la navaja de la vidente clavada en el centro de su frente alteró tanto mis sentidos que hice un inhumano esfuerzo para frenar las ganas de gritar.
La misma navaja que cogí sin permiso de su mesa para defenderme era la misma que le había quitado la vida. Y no tenía que dar muchas vueltas al asunto para hallar al autor de ese crimen. Comprendí entonces la urgencia de Deimos por encerrarme en el vehículo.
Al fin le permití cerrar la puerta y en menos de cinco segundos se reunió conmigo y con Lorcan. Éste último le dio tres golpes a la barrera que nos separaba del conductor, señal para que arrancara y nos sacara de allí de una vez. Mis uñas estaban enterradas con fuerza en las palmas de mis manos, descansando sobre mi regazo. Intenté regular mi respiración pero la experiencia espiritual vivida anteriormente y seguida del crimen que había cometido me lo impidieron.
