[SEGUNDO LIBRO TRILOGÍA AMOS]
El ángel a decidido al fin olvidar sus principios.
El ángel olvidó a su clan y escogió a un demonio en su lugar.
Pero, ¿y el demonio?
Ella es la hija de un poderoso ángel caído.
Hija del primer demonio femenino.
Pero s...
Pasé un largo tiempo mirando el techo del vehículo.
Tumbada en los asientos traseros había intentado conciliar el sueño, cosa que resultó imposible al principio. Pasó más de una hora y yo seguía revolviéndome en el mismo lugar sin encontrar una posición cómoda.
Y tampoco ayudó el sol en todo lo alto.
El calor que había transmitido a mi cuerpo aquel corto, ardiente y brutal beso había desaparecido nada más abandonar el lago. La primera media hora resultó complicada ya que podía escucharle gritar mi nombre, seguido a veces de algunos quejidos. Las esencias cumplieron su objetivo a rajatabla.
Me había cogido por sorpresa el hecho de que todo este tiempo a estado al tanto de los planes de mi madre. Debía de admitir que sus mentiras me habían dolido pero era el mismo caso para él... Solo que yo me había adelantado y había actuado sin compasión alguna. En mi defensa diré que era algo de esperar.
Con las manos sobre mi estómago comencé a darle rienda suelta a mis pensamientos con la esperanza de que estos mismos me acabaran aburriendo para así dormirme. ¿Que si le creía? Por desgracia sí pero ahora no sabía qué camino tomar una vez que le dejara en libertad.
En realidad ya podría haberle soltado pero la sádica parte de mi cerebro escogió el torturarle un poco más para que recordara a la perfección las consecuencias de mentirle a una lilim.
Y con ese último pensamiento comencé a desprenderme de esta realidad.
Al despertar el cielo había perdido su luz. Me incorporé con un quejido por un agudo dolor de espalda y antes de darme tiempo a frotar mis ojos escuché un grito desgarrador. Mis piernas reconocieron al dueño de ese grito por lo que abandoné el vehículo como alma que lleva al diablo. Corrí entre los árboles y mi boca se abrió de par en par junto con mis ojos.
El agua del lago se había transformado en lodo negro. Deimos, quien gritaba de dolor y desesperación, intentaba librarse de las cientas de manos humanas que intentaban hundirlo en el lodo.
Me paralicé.
Las manos cubiertas de dicha sustancia lograron escalar hasta su cuello, intentando alcanzar su rostro. Los asustados ojos de Deimos se fijaron en mí y antes de darle tiempo a pedirme ayuda sus muñequeras estallaron. En cámara lenta observé cómo las diabólicas almas le arrastraban a las profundidades del lago. Un grito abandonó mis labios y sin pensarlo me adentré en este.
Era tan espesa su textura que caí de rodillas.
-¡DEIMOS!
Grité una y otra vez su nombre a la vez que palpaba a ciegas el lodo, sin dar con él. La desesperación comenzó a adueñarse de mi y las lágrimas no tardaron en acudir a mis ojos.
