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Capítulo dedicado a AideSedano

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Capítulo dedicado a AideSedano











-Volveré pronto.

Mi apagada voz conjuntó a la perfección con el ambiente.

Nevan no había alzado la mirada de sus patas. Aún tumbado parpadeó lentamente para hacerme entender que me había escuchado. Ni Lorcan ni Deimos me llevaron la contraria por lo que abandoné el vehículo con un fuerte portazo.

Enderecé mi postura mientras la brisa acariciaba los bajos de mi capa. Transcurrieron varios minutos en los cuales mis ojos absorvieron cada detalle y diferencia. No habían cambiado muchas cosas, es más, podría asegurar que lo único diferente eran las nuevas plantas que adornaban la entrada de la casa de mi abuela. Al principio me negaba en rotundo a visitar esta zona de Salem pero los ojos de Daphne habían quedado tatuados en mi mente. Ella había perdido a un hijo y yo a Leysa, por lo que mi cambio de decisión se debía al sentimiento de dicha pérdida. Tal decisión no había sido apoyada por mis hermanos, quienes ya se encontraban aburridos de su papel de espectadores. Todo lo contrario al general quien desde la muerte de Leysa no habían vuelto a asomar si quiera un esquelético dedo.

Apreté los labios con fuerza antes de echar a caminar hacia el hogar que me acogió y crió hasta mi despertar.

Escondiendo la espada a un lado de mi cintura inspiré y expiré varias veces, reuniendo al fin el valor para llamar a la puerta. Las luces de la sala de estar estaban encendidas por lo que no comprendí la tardanza a la hora de abrir esta. Volví a llamar y miré sobre mi hombro. Noté cómo el conductor apagaba el motor del vehículo, presintiendo que aquello iba para largo. Y entonces cerré brevemente los ojos al escuchar unos pies arrastrarse. Segundos después enfoqué mi mirada en los quejidos que abandonaban la boca de mi abuela, los cuales se detuvieron en seco al abrir la puerta.

Tanto sus labios como los míos se entre abrieron, recorriendo con rapidez nuestras apariencias. Su rostro lucía bastante delgado y ojeroso, por no hablar de las agrietadas comisuras de su boca. Vestía un albornoz de punto y abrazaba su cuerpo menudo con fuerza. Sus pies se encontraban enfundados en calcetines y su canoso cabello estaba recogido en una alta y desastrosa cola de caballo. Cuando transcurrieron más de cinco minutos mi intuición se puso en alerta al no encontrar rastro alguno de sus antiguos ojos amorosos.

-Hola, abuela.

Toda nobleza o vida había desaparecido de su semblante, dejando así un rostro vacío de emociones e ilusiones.

Cabe decir que me sorprendió el hecho de no ver si quiera lágrima alguna en sus ojos. ¿Ni si quiera un abrazo, abuela?

La profundidad con la que analizó cada centímetro de mi rostro y cuerpo me hizo balancearme sobre mis talones, impaciente. Debía de ser delicada ya que era consciente del posible shock que sufriría al ver repentinamente a su nieta desaparecida.

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