[SEGUNDO LIBRO TRILOGÍA AMOS]
El ángel a decidido al fin olvidar sus principios.
El ángel olvidó a su clan y escogió a un demonio en su lugar.
Pero, ¿y el demonio?
Ella es la hija de un poderoso ángel caído.
Hija del primer demonio femenino.
Pero s...
Así describí los sentimientos que se desataron en cuanto alcé mi toga, dejando así al descubierto mis piernas.
Unos impacientes sentimientos que quemaban y dolían hasta ser saciados por su tacto, olor y voz. Con sus manos en mi cintura me acercó más a él mientras que yo me encargaba de profundizar aún más aquel incansable beso.
Deimos bajó sus manos en un patético intento por alzar su toga lo que desató incontrolables risas. Sin ser estas suficientes para alejar nuestros labios me alcé un poco para que lograra arremangarla del todo.
-¿No deberías de pedirme permiso?
Sonreí contra los labios de Deimos y mandé al infierno al general, quien se escondió en las sombras para evitar presenciar o sentir lo que ocurriría a continuación. Podrá esconderse pero no podrá hacer caso omiso a mis gemidos.
Deimos me cuestionó el estar segura con sus cristalinos ojos a lo que mi respuesta fue unir nuestras intimidades, volviendo así a ser uno.
Ambos suspiramos en la boca del otro y con mis manos continué manchando de sangre su rostro y su blanca toga. Al comienzo me encargué de tomar el mando de los movimientos, volviéndole fanático de estos. Enterró con fuerza sus dedos en mi desnuda cintura, dejando agradables y dolorosos arañazos.
Esta clase de unión de luz y oscuridad siempre silenciaba toda criatura en mi interior y en exterior. Mis hermanos no fueron la excepción.
Lo que sí sentí diferente fue la intensidad de todo. Sentía su tacto, su beso, sus jadeos, sus gemidos y sus movimientos con una potencia tres veces mayor a cómo era antes. Mis gemidos no se hicieron esperar, sofocando todo pensamiento para aumentar el ardor entre mis piernas.
-¿Mi caída? -jadeé sobre sus labios con burla, recordando sus anteriores palabras.- ¿Rezarás por mí entonces?
Su mano derecha subió por toda mi espalda para apoderarse de mi cabello y tirar con seguridad de él. Acarició su nariz con la mía antes de responder.
-Siempre rezo por ti.
Separé nuestros labios para echar la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados y los labios abiertos en un grito silencioso ante el placer que había supuesto escuchar eso.
Sorprendiéndome pasó su brazo por la mesa para apartar la comida y los vasos restantes. Acto seguido se puso en pie para dejar mi trasero caer sobre ella.
Y tomó el mando, volviéndolo todo salvaje, increíble y ruidoso. El silencio quedó atrás junto a mi perfecto campo de visión, quien se nubló tanto que dejé mi espalda chocar contra la mesa. Cerré los ojos con fuerza y la arqueé. Le pedí más y acatando la orden pasó una de sus manos bajo mi espalda para acercarme más a él. Mordí con fuerza mi labio inferior y cuando un legítimo orgasmo me alcanzó alcé mi mano derecha para dejarla caer con fuerza sobre la mesa, soltando así un estruendoso gemido.
