♡Capítulo treinta y cuatro

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Catorce de febrero

La música dramática retumba en el salón, estoy en el centro, apoyada en una de las puntas, girando sobre mi propio eje. Contengo la respiración en los pulmones, tengo la espalda recta y mis brazos están en forma de círculo en la parte inferior. Cuento los tiempos hasta el número seis antes de impulsarme con la pierna para detenerme en lo que las otras cuatro chicas continuaban bailando a mi alrededor.

Mantengo la planta de los pies en el suelo con firmeza, sintiendo la vibración de la madera con el movimiento de las compañeras. Vuelvo a contar tres tiempos antes de sentir como me sujetaban los brazos y de la cintura, tirando de mí en todas las direcciones. Me zafo con elegancia, dando un brinco en el aire con las piernas extendidas hasta que me dejo caer en posición fetal.

La melodía termina y por fin siento que puedo respirar. Permanezco en la misma posición por unos momentos más antes de incorporarme con elegancia. Esperando los comentarios de Odette.

—Necesito que no tiembles tanto, Jol —inicia ella, frotando sus manos—. Cuando estás parada en las puntas, para eso, necesito que aprietes con más fuerza el abdomen, y necesito que tu rostro muestre más preocupación.

Hago anotaciones mentales con sus aportaciones en lo que argumenta con las otras chicas. Al terminar, hacemos una última coreografía para descansar los músculos.

Voy hacia el espejo, me voy a agachar en busca de la botella de agua, pero Aketus se adelanta y me la entrega. Le rasco detrás de la oreja, respirando con profundidad. Siempre hago ejercicios para que me ayude, por lo que no siento que hiperventilo con exageración, como lo hacía desde el principio.

Camino hacia el cuarto, masajeándome el cuero cabelludo para relajarme. Aketus no se separa de mí en ningún momento. Tomo la bolsa, sacando los tenis, agarrando la barra de chocolate que me regaló una de las chicas por el día de la amistad.

Adoro estas dinámicas de intercambio de chocolates, es la tercera vez que lo hago y me emociona. Voy a esperar un rato para comerlo, no quiero lucir desesperada. Mi perro me saca de los pensamientos al ladrar, sé que está gritando el nombre de mi novio como puede, tiene una entonación en su euforia.

Siento una calidez en el pecho por la sorpresa, porque él tenía mucho trabajo este día. Su cartera de clientes cada vez es más grande, y algunos de ellos le han pedido que toque en una cita romántica con sus parejas, se sobrecargó. La verdad es que no me molesta, ya que quedamos en que no hay problema y en la mañana me mandó el desayuno de unos panqueques con fruta.

Estoy entusiasmada y salgo con desesperación de la sala, no me importa quiénes están viendo. Visualizo las dos manchas y corro hacia mi novio. Doy un brinco en el aire, enrollando las piernas en su cadera, depositando un beso en la punta de su nariz.

—¿Qué es lo que haces acá? Creía que toda la noche estarías tocando en citas —pregunto, arrugando el entrecejo.

—Sorpresa, gruñoncita —río Kaleth, besándome la mejilla—. Mi novia se merece una cita el día del amor.

—Pero Kal, eso es para vender corazones de chocolates —carcajeo, emocionada.

Tal vez digo que no me importa si tenemos o no una cita este día, pero me gusta.

—No digas nada y solo disfruta.

Me bajo de él, con disimulo olfateo debajo de mi axila y tengo un olor desagradable ¿Cómo es que voy a tener una cita romántica con mi novio así? Hago una mueca.

—Ya sé que te he tomado por sorpresa, pero allá hay una regadera, no te preocupes —responde, empático.

Me inclino para olerlo a él y me gusta. Asiento con la cabeza, me despido del grupo de las compañeras junto con Odette, le tomo la mano y vamos a la salida. Al detenernos enfrente del vehículo, pero estoy pensativa, porque no es el auto de su papá, este es más grande, alto y ancho, es como si en la parte trasera tuviera una caja.

NefelibataWhere stories live. Discover now