♡Capítulo treinta y dos

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Veinte de diciembre

Me delineo con un perfilador los labios con el tacto, relleno con un labial rojo intenso, esperando no embarrar el pigmento. Salgo de mi habitación ansiosa, en busca de mi mamá.

Con ayuda de las terapias he aprendido a perdonar, es como si un peso de mis hombros se vaya, sintiendo una paz mental. Asimismo, el pasado se queda allá, lo importante es vivir el presente.

Kaleth me dice que hay que vivirlos todos, los buenos o los malos, que cada uno vale la pena, porque de ahí se forja nuestro carácter.

—¡Mamá! —grito a todo pulmón desde la entrada de mi habitación.

Escucho los pasos apresurados que resuenan contra el suelo, pero llega enseguida conmigo. Siento que examina mi atuendo para ir con los amigos, hace un ruido extraño con la garganta, como afirmación.

—¿Qué es lo que necesitas? —pregunta ella, percibiendo que sus ojos están en mis manos.

—Es que no sé si me he rellenado bien los labios —admito, un poco avergonzada.

Mamá continúa observándome, toma la barra roja, con una mano me levanta el mentón mientras que con la otra me termina de rellenar los labios. No me muevo, porque he escuchado en los tutoriales que es complicado de sacar.

—Ya quedaste perfecta —afirma Gilia, entregándome el labial de vuelta.

Me acomoda algunos mechones de la frente, desliza sus manos por mi cuello hasta apretarme los hombros con amor.

—Gracias, mamá. Solo tengo que esperar a que Kaleth venga. —Estiro el vestido rojo que traigo puesto— ¿Está lista la ensalada de frutas?

—Sí, está en la mesa para que lo lleven.

Mamá me ayudó a prepararlo, de hecho, ella hizo la mayor parte de la receta, lo único que hice fue picar la fruta en pequeños trozos. No me lo pidieron, pero tampoco quería llegar con las manos vacías.

Regreso a mi habitación para acomodar las cosas que he dejado sobre la cama, matando el tiempo. Aketus está curioso con todo, porque se levanta en dos patas para asegurarse que esté en orden.

En el momento en que lo voy a sujetar para que deje de agarrar las brochas, él se detiene por voluntad propia. Segundos después, escucho como alguien está llamando desde la puerta de la entrada, por lo que corre hacia allá.

Estoy segura de que es Kaleth quien está del otro lado. Vuelvo a verificar que el peinado esté perfecto, aliso el vestido y aprieto un poco más el cinturón. Agarro el perfume para volver a echarme, o eso creo. Olfateo el dulce, me agrada. Ya tomo las pertenencias para ir a la sala.

Gilia le ha abierto y los dos están intercambiando una amena conversación. Aketus ladra en mi dirección, avisando que he salido.

—La señora Claus más hermosa que he visto, solo te falta el gorro y quedamos perfecto —saluda mi novio, caminando hacia mí, depositándome un beso en la sien.

Me rodea el cuerpo con el brazo y lo deja en mi cintura. Yo le acaricio el pecho, sintiendo la tela aterciopelada, con grandes botones en el medio. Kaleth ordenó los trajes tan pronto llegamos de nuestro viaje, llegaron hace dos días y nos quedaron como guantes.

—Se ven tan adorables los dos juntos, me encantan —halaga mamá, después de aplaudir— ¿Verdad, Aketus?

Mi perro lo confirma con un ladrido.

—Nos vamos ya, porque vamos un poquito tarde —excusa Kaleth— ¿Dónde está el gorrito de Aketus?

Sé que lo he dejado en el sofá, ya que me lo roba cada vez que puede. Sabe que le pertenece y le gusta usarlo, aunque sea diez segundos, porque debe ser especial. Mi novio se lo pone, en lo que sujeto los regalos para salir del apartamento, después de despedirnos de mi mamá.

NefelibataWhere stories live. Discover now