♡Capítulo veintiuno

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Llego al estudio de Odette quince minutos antes de iniciar mi clase, Aketus se mantiene a un lado de mí, por lo que me hace sentir seguridad, es como si pudiera dar cualquier paso sin vacilar, porque sé que siempre va a estar cuidando de mí. Él ladra con efusividad, anunciando nuestra llegada.

Saludo a las chicas que tienen alrededor de diecisiete y diecinueve años. Esta es la clase más avanzada, lo que significa que voy a usar las zapatillas de punta, por lo que camino con fluidez hacia el cuarto, ansiosa de sacarme la capa de ropa arriba del leotardo y mallas rosas que no me cubren los pies. Aketus se sienta a un lado de mí. Me siento en un banco, retiro mis tenis. Por lo que empiezo a poner cintas por cada dedo.

Termino por poner protectores de silicona, esto es para evitar que me salgan ampollas y callos, aunque tengo en los dedos y en los costados. Me pregunto si sería lo mismo si no los uso al bailar.

Escucho como unos pasos empiezan a acercarse a mí, por lo que estoy segura que otra chica ha llegado. El chirrido de la puerta se cierra, presto atención a cómo suspira con pesadez.

—Hola Jolene —saluda Edith con una voz alegre.

—¿Cómo estás? —pregunto, irguiendo la espalda, recargando las manos en las rodillas.

—Acabo de comer, por lo que estoy repleta de energía —informa, supongo que está empezando a calentar el cuello, por los suspiros que suelta su boca.

Ella es una chica de dieciséis años que desde que tiene uso de razón, ha estado practicando esta danza, por lo que avanza. Abre su mochila, poniéndose cinta especial para los dedos, igual que yo.

—¿Sabes? —pregunta ella, luego de unos segundos de silencio.

Aketus recarga su cabeza en mis manos, por lo que se le rasco detrás de sus largas orejas. Su lengua húmeda me babea. Disfruto del meneo de su cola, se escucha un ligero golpeteo en el aire.

—¿Qué cosa? —pregunto, en un tono modulado.

El tono de su voz parecía estar sucumbida dentro de sus pensamientos, por lo que no estoy segura si me está hablando o es para ella misma.

—Necesito sacar esto de mi pecho para que pueda estar más tranquila conmigo misma, me he sentido un poco ofuscada desde que llegaste.

Arrugo el entrecejo, incrédula de lo que acabo de escuchar. Me muerdo el labio inferior, tal vez he escuchado mal. Es una mentira, pero voy a pretender que esa es la verdad absoluta.

—¿Me escuchaste? —insiste, supongo porque no estoy girando la cabeza en su dirección—. Jolene, te estoy hablando. —Carraspea su garganta.

—¿Sí? —Ahora sí volteo el mentón a la sombra borrosa que logro percibir.

Tengo la esperanza que se apene de lo que sea que me quiera decir y deje de decirme que se siente hastiada con mi presencia. Pero, parece que la suerte no está de mi lado este día.

—Te aborrecí la primera semana que llegaste a esta clase como estudiante —inicia su historia, se escucha lejana, como si estuviera viajando hacia al pasado—. Es que ni siquiera tienes un año en la academia y estás en esta clase, ¿sabes cuánto tiempo me tomó a mí llegar acá?

Permanezco en silencio, por lo que Kal me comentó, es una escuela. Odette nunca se acomodaba por edad, yo empecé con las más chiquitas. Se supone que al final hacen una presentación en el teatro de la ciudad que se traduce como a un examen para ver si pasamos a la siguiente clase. Rara vez alguien no logra continuar.

Y yo me he saltado todas las presentaciones, los exámenes, por llamarlo de alguna manera. Por eso estoy en la clase más avanzada, pero no ha sido un trabajo sencillo. Al estar en casa, con tiempo de sobra, me pongo a practicar.

NefelibataWhere stories live. Discover now