♡Capítulo veinte

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Aketus se levanta, me lame el dorso de la mano. Le acaricio la cabeza mientras sonrío. Mi perrito muerde la correa, intentando jalar, por lo que me levanto de la banca.

—¿Por qué estás tan ansioso? —pregunto con curiosidad, impulsando todo el cuerpo hacia delante para seguir las instrucciones.

El aroma único logro identificar, es sutil, debido a que se mezcla con las hierbas del parque. Mis labios se curvan en una sonrisa antes de sentir dos manos rodearme la cintura, estrechándome con fuerza a su pecho. Escucho su corazón acelerarse, por lo que aprieto el oído, como si quisiera meterme dentro.

—¡Deja a mi novio! —reprende una voz muy aguda, desde abajo.

Un diminuto puño se impacta contra mis caderas, por lo que arrugo el entrecejo, echando la cabeza para atrás. Esta es la niña que está enamorada de mi novio. No la puedo culpar, a mí también me gusta él.

Aketus se interpone entre Lucie y yo, por lo que ella ahora grita con emoción, entreteniéndose con él. Kaleth acaricia la zona golpeada antes de depositar un beso en la frente.

—Hola, gruñoncita —susurra con su voz profunda que me gusta— ¿No te ha dolido?

Kaleth vuelve a acariciarme el costado del muslo.

—No, yo estoy bien. No me ha dolido, y Aketus sabe manejar bien a los niños. —Curvo los labios con una sonrisa—. No sabía que Lucie nos iba a acompañar.

—Yo tampoco, es que su mamá no iba a llegar al refugio y me pidió que la trajera de regreso —explica con tranquilidad—. Le tuve que cambiar el carro a Bea, porque ella tenía que pasar por Colette o algo así, pero no podía.

—Y yo no me iba a ir con alguien más que no fueras tú —espeta la niña.

Respiro con profundidad. No puede ser posible que esté sintiendo celos de una niña no mayor a diez años.

—Borra esa cara —murmura Kal sobre mi oído.

¿Pues qué cara tengo? No es como si pudiera cambiarla.

—¿Es tuyo el perrito, Kaleth? —pregunta Lucie con ilusión, irguiendo su espalda, porque la oigo más cerca.

—Es de Joly —corrige él, suspirando—. Son muy buenos amigos.

—¿Y por qué usa ese collar del todo el cuerpo y tiene como algo de metal en la espalda que la agarra Jolene?

—Pues me ayuda a estar más cerca de Aketus, así se llama —informo, el perro se acerca a mí, permaneciendo sentado.

—Es muy bonito, yo también quiero uno así de grande —alarga la última palabra y tengo la sensación que está abriendo los brazos—. Pero, mi mamá dice que todavía soy muy chiquita para uno, por el momento tengo un pez para que sepa sobre la responsabilidad.

—Sí, es importante cuidar de los animales, ellos salen a caminar, correr; ellos comen y lo más importante es que necesitan mucho amor —corrobora Kaleth— ¿Qué es lo que quieres hacer, Lucie?

—Bailar, yo quiero bailar, Jolene trae un vestido extraño. Su falda es negra y con transferencia —describe, ella se acerca y empieza a tocar por mis piernas.

¿Es que a esa niña le gusta tocarme?

—Las clases han terminado, Lucie —dice Kaleth—. Deberías de preguntarle a tu mamá si te puede inscribir, pero por el momento, ¿qué quieres hacer?

—¿Me compras unas galletitas, por favor?

—Sí, claro, a todos nos encantan las galletitas.

Kaleth toma la mano de Lucie mientras que, con la otra, agarra la mía. Doblo el bastón, sujetándolo en lo que sostengo la correa de Aketus. Caminamos por el camino de cemento hasta llegar al auto de Bea. Mi novio abre la puerta trasera y le da la indicación a mi perrito que suba, de igual manera ayuda a la niña a colocarse el cinturón de seguridad que lo confirma al oír el clic.

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