♡Capítulo doce

12.7K 904 77
                                    

Estoy ordenando la ropa dentro de mi habitación cuando oigo como alguien está llamando la puerta con los nudillos. Ruedo los ojos, ¿ahora qué es lo que va a querer Gilia?

Sacudo mis manos, dando pasos hacia la puerta, cuando la abro alcanzo a visualizar más de una sombra. Arrugo la frente con confusión, aspiro el aroma, pero están mezclados que no logro detectar quiénes son.

—Vienen a verte Colette y Bea, dicen que habían organizado una pijamada.

¿A qué hora nos organizamos que ni cuenta me di?

Me hago un espacio para que ellas pasaran, escucho como dejan caer sus mochilas en mi sofá. Cierro la puerta en la cara de Gilia sin pronunciar ni una sola palabra, giro en mis pies, localizando las sombras sobre mi cama.

—¿Chicas? —Carraspeo mi garganta, sujetando mi cabello en un moño sin precisión—. Me hubieran dicho que venían, me han tomado por sorpresa.

—¿Sorpresa? —duda Bea—. Pero si hace como dos semanas te dijimos.

—Creo que me confundí de fechas —resoplo, relajando mis hombros.

—Si no quieres que...

—¡No! —Meneo las manos, dando una zancada hacia la puerta, como barrera para que ellas no crucen por ahí—. Está bien, pero si hubiéramos acordado mejor, las hubiera esperado con bocadillos o algo.

Sobre mi cadáver se van a ir.

—No te preocupes aquí traemos todo —complementa Colette, sacudiendo una bolsa de plástico que provoca un ruido.

¡Carajo! Si hubiera sabido que hoy era la pijamada, hubiera investigado en el internet qué es lo que debe de hacer en estas situaciones, no quiero quedar en ridículo.

—¿Qué es lo que quieren hacer? —pregunto con curiosidad.

—Traemos hamburguesas, papas, helado, proyector para ver algo, mantas...

—... Rutinas de skin care —continúa Colette—. Es muy importante, la piel de Bea necesita con urgencia una exfoliación.

—¡Colette! —recrimina con indignación su novia.

—Sabes que se debe de hacer mínimo con una semana, tú tienes dos. No me pongas esa cara, mi amor. Tú decidiste tener una relación con una maquillista, ¿o te puse una pistola en la cabeza?

—No —mascullo irritada Bea—. A mí me gustaste tú, desgracia la mía. No sabía en lo que me metía —bromeó Bea.

Ella corrió antes de que Colette pudiera tomar acción, como una cobarde se esconde detrás de mí, pone sus manos en mis hombros y los aprieta, suelto una estruendosa carcajada.

—Podrás escaparte unos segundos, pero me las vas a pagar —amenaza Colette con un toque de picardía.

—¿Entonces qué es lo primero que quieren hacer? —pregunto, luego de unos segundos de silencio.

—¡A comer mientras vemos algo! Las hamburguesas están calientitas y me estoy muriendo de hambre —sugiere Colette, aplaudiendo con emoción.

Asiento con la cabeza, ellas son las de las ideas. No yo.

—¿Quieren que traiga refrescos? ¿Vasos? ¿Hielo? —pregunto insegura, ¿debo de hacer eso?

—Unos vasos y servilletas, por favor —pidió con suavidad Colette.

Deduzco que está sonriendo o al menos eso es lo que considero.

Salgo de mi habitación a la cocina con agilidad. Tomo tres vasos de la repisa junto con mi medidor de líquidos. De igual manera, agarro las servilletas para regresar a mi cuarto.

NefelibataWhere stories live. Discover now