♡Capítulo seis

15.3K 1.1K 451
                                    

Narra Kaleth

La alarma suena, aprieto mis manos que están enlazadas sobre mi pecho. Arrastro con pesadez mis piernas hasta erguirme en mi asiento. Escudriño a mi psicóloga y ella me sonríe.

Violetta es una señora de unos cuarenta años que constantemente se actualiza, participando en cursos. Ella me ha tratado desde los 10 años, es decir, llevamos 14 juntos. La mujer que está sentada justo enfrente de mí, toma una paleta de la mesa que se encuentra en el centro de nosotros, ofreciéndome una.

—No soy un niño —bromeo, haciendo un mohín con mis labios.

—Eso ya lo sé, pero aquí nos encanta los dulces sin importar la edad, terco. —Menea la paleta en mi nariz hasta que la acepto—. Me da gusto que Jolene aceptará ser la protagonista de su propia vida, pero recuerda...

—... No soy centro de rehabilitación —recitamos a coro.

—Eso ya lo sé, le sugerí que viniera, pero cree que es de locos, y ya sabes que, si vienes obligado, en realidad, no sirve. —Me encojo de hombros, restándole importancia.

Violetta está hablando conmigo como una amiga, no como una psicóloga. Ella siempre intenta mantener una distancia, pero después de tantos años, es difícil no tomarle cariño.

—Esperemos que eso vaya a cambiar, Kaleth. Si al final sigue igual, es mejor que te alejes. Prefiero que seas egoísta y estar bien a que una persona te consuma, ¿estamos de acuerdo? —aconseja, rompiendo la envoltura de la paleta, metiéndola a la boca.

Yo imito su acción, y como una ardilla, la reservo en una de mis mejillas.

—Sí, y no me he rendido, porque ha cambiado, si no, no hubiera hablado con ella —comento, me reclinó en el respaldo, estirando mis brazos a los costados.

—¿Tienes idea de cómo perdió la visión?

Sacudo la cabeza con negación.

—Supongo que ya tendrá su momento en que, si quiere, se abrirá. Por cierto, ¿conoces a alguien que enseñe a leer y a escribir en braille?

Violetta acaricia su mentón, estudiándome con picardía.

El día en que pillé a gruñoncita leyendo un libro y sin darme explicaciones, me sentí frustrado, perdí un poco los escrúpulos. Y me prometí que yo voy a saber el título de su lectura. La curiosidad me carcomía.

—No, pero te puedo conseguir la información con algunos colegas, después te la envío.

Estoy a punto de replicar cuando unos nudillos chocan contra la puerta de madera del consultorio. Violetta frota las palmas de su mano, dejando las hojas sobre el sillón al mismo tiempo que se levantaba.

—Ese es mi siguiente paciente, igual seguimos en contacto por cualquier cosa.

Camino hacia la salida, meneando mi mano en forma de despedida. Al abrir la puerta me encuentro con una adolescente de unos quince años, con los ojos hinchados y rojos. Sonrío sin mostrar los dientes, moviéndome a un lado para que ella pudiera ingresar.

Paso mi mano por mi cabello ondulado, me despido de la secretaria que es una mujer de la tercera edad y salgo. Subo a mi motocicleta, me coloco el casco para arrancar a la casa de mi mejor amigo, quien está de visita, ya que se mudó a París, por mejores oportunidades de trabajo, pero cada vez que viene, regresa a nuestra ciudad para ver a sus padres.

Estaciono delante de su pintoresca casa, ato el casco y camino por el pequeño pasillo de concreto hasta estar justo enfrente de la puerta. Presiono el timbre y en menos de tres, Brenton la abre. Se tira a mis brazos, estrujándome con fuerza y dejándome sin aire para respirar.

NefelibataWhere stories live. Discover now