♡Capítulo dieciocho

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Narra Kaleth

13 de septiembre.

Lo único que significa este día es que es mi cumpleaños veinticuatro o ese es el primer pensamiento que se me atraviesa por la mente cuando escucho a mis padres cantarme las mañanitas con un pastel de vainilla, adornado con velitas de mi número en las manos.

Me froto los ojos con delicadeza a la vez que me incorporo en la cama, las cobijas se deslizan fuera de mi cuerpo y observo a las dos personas que me han traído al mundo. Mamá se sienta en el borde del colchón con papá sosteniéndole los hombros.

Al terminar su canción, aplaudo con efusividad, soltando un silbido. Mamá se acerca a mí, me regala una sonrisa.

—Sopla las velitas y pide un deseo.

Cierro los ojos, no tengo idea qué pedir, por lo que frunzo el ceño, porque creo que mi vida es buena y no me hace falta nada.

Una carcajada resuena dentro de mis recuerdos, y se proyecta la imagen de ella.

Mi gruñoncita.

Deseo que un día se pueda casar conmigo.

Soplo las velitas, apagando la flama, papá aplaude, acercándose a nosotros.

—¡Felicidades, campeón, espero que tengas mucha salud, que tengas muchos años más y que todos tus deseos se hagan realidad! —Se acerca más a mí, inclinándose para abrazarme.

—Hablando de deseos, ¿qué fue lo que pediste? —pregunta mamá con picardía, arqueando una de sus cejas.

—Es secreto, porque después no se cumple —respondo, hundiendo el dedo índice dentro del pastel, agarrando un poco del betún.

—Si es cierto, pero igual soy curiosa, debo intentarlo. —Mamá relaja sus hombros, haciéndole la señal a papá que me traiga la bandeja con el desayuno, porque es mi cumpleaños.

Es el único día del año que me dejan almorzar aquí a altas horas de la tarde, un poco más de las doce.

—¿Qué es lo que vas a hacer?

Buena pregunta, ¿qué es lo que voy a hacer?

Ladeo la cabeza, estirando el brazo hacia la mesita de noche en busca de mi celular. Tengo algunos mensajes de amigos, pero esos no son los que me interesan, en realidad.

El único mensaje que tengo de ella es que quiere que le toque la pieza de piano en la que su maestra ha practicado últimamente, porque cada vez está más cerca sus zapatillas de punta.

¿Es en serio que es lo único que me ha pedido?

Siento una pizca de decepción sobre mi pecho, ¿es que acaso se le ha olvidado de mi cumpleaños?

Dudo que eso sea posible, porque me aseguré de programárselo en su celular ¿Lo habré puesto mal? No, no creo.

—Voy a ver a Joly —replico sin emoción, prestando atención a mi desayuno de frutas con un café con leche de almendras.

—Me la saludas, eh. Tengo que ir a trabajar.

Mi papá se vuelve a acercar a mí, después de poner la bandeja sobre mi regazo para abrazarme. Me revuelve todo el cabello antes de salir de la habitación. Mamá deposita un beso en mi sien, siguiendo a su marido.

Tomo unos trozos de kiwi, lo llevo a la boca y en lo que mastico, opto por volver a revisar el celular. Tal vez no he actualizado bien las aplicaciones y por eso no me ha llegado nada.

Otra vez, su último mensaje fue el de ballet.

Quizás el internet me está fallando, esta vez apago el celular. Creo que es momento de cambiarlo, porque eso es lo más probable que haya sucedido.

NefelibataWhere stories live. Discover now