♡Capítulo treinta

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—¡Me he muerto quemado ahí dentro contigo! —exclama Kaleth con diversión— ¡No me vuelvo a bañar contigo!

Cierro la regadera, extendiendo la mano en busca de mi toalla, pero mi novio me sujeta con amabilidad la muñeca, sacándome de ahí. Me la pone sobre los hombros, secándome con cuidado en lo que exprimo el cabello.

—La que no se vuelve a bañar contigo soy yo, parece que te bañas con hielos —refuto, sacudiendo los hombros.

Kaleth y yo sencillamente no nos ponemos de acuerdo con la temperatura. Pero, tener duchas juntas es algo de parejas, ¿no es así? Me parece que por ahí lo escuché.

Tal vez sea para parejas, aunque no para nosotros. Intentamos regular el agua con la persona que estaba debajo, pero tardaba en cambiarse, y yo, sufría si no estaba ahí. Aunque no sé qué es peor, estar en el agua congelada o no estar.

—Bueno. Lo intentamos —ríe, abrazándome desde atrás, caminando para salir del baño.

Desde anoche, no ha podido quitarme las manos de encima y tampoco lo deseo. Su toque es tan cálido que me eriza la piel, mi corazón se quiere salir del pecho, las piernas me tiemblan y adoro su olor a hierbabuena, aunque a veces ya ni sé si es el perfume o en realidad es él.

Todavía me avergüenza estar desnuda por completo delante de él, creo que es algo que poco a poco con el tiempo va a ir disminuyendo. Me pongo el interior por debajo de la toalla, terminando de vestirme con rapidez.

Aketus está a un lado de mí, su mirada es resentida, porque lo hemos dejado toda la noche anterior encerrado en el baño.

—Deja de mirarla así, Ak —reprende con un toque de diversión, Kaleth—. Ya te dije que no vamos a dejarte aquí hoy.

Este es nuestro último día en París y Kaleth quiere que conozcamos un poco más de la cultura, la arquitectura, todo lo que se pueda abarcar. Me promete que va a ser extravagante, que ambos vamos a disfrutar al máximo.

—Solecito, ayer también me divertí —prometo, con la mano en el pecho, para que vea que no estoy mintiendo.

—Lo sé, pero yo me divertí más que tú y ahora tú necesitas hacerlo, somos un par de turistas que va a disfrutar de esta hermosa ciudad —promete.

Si fuerzo los ojos, puedo notar como extiende los brazos hacia los costados, sintetizando su oración. Esbozo una sonrisa, negando con la cabeza. Si él dice que hoy vamos a tener diversión, yo le creo.

Ya es más de medio día, nos levantamos tarde, y permanecimos un rato extra en la cama, dándonos amor, porque anoche solo fue el comienzo. Luego, comimos con el servicio al cuarto, nos duchamos y ahora vamos a salir.

Yo me siento maravillada, relajada, las mejillas me duelen, porque no puedo dejar de sonreír.

—Que linda te ves con esa sonrisa, me gusta verla —canturrea Kal, besándome el hombro cuando se acerca a mí—. Hoy amanecimos sonrientes.

—¿Tú también estás sonriendo? —pregunto, arqueando una de las cejas.

—¿Es que no he suspirado lo suficiente? —mofa, sus manos se deslizan a mi cintura, estrujándome más contra él.

—Sí. —Ensancho la sonrisa.

—Perfecto, porque nos voy a mantener muy sonrientes —dice con la voz ronca.

Alzo el mentón hacia arriba, me empujo y deposito un beso, pero me detengo, porque no voy a parar. Retrocedo para terminar de arreglarme. Hago una media coleta en el cabello que todavía está húmedo y me maquillo con suavidad, Kaleth sin dejar de mirarme. Hasta creo que me ha tomado un par de fotos con la cámara, por su costumbre, sin avisar.

NefelibataWhere stories live. Discover now