♡Capítulo veintidós

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Estoy escuchando un audiolibro dentro de mi habitación, mi perrito está acostado en seguida de mí. Su cabeza reposando en los muslos, por lo que le acaricio detrás de sus orejas.

—No me imaginé que te convirtieras en lo más importante para mí —murmuro en voz baja, como si fuera un secreto.

Parece que Aketus entiende lo que le estoy diciendo, porque me lame el dorso de la mano. Dibujo en el rostro una amplia sonrisa de oreja a oreja es como si estuviera agradecido con lo que le he dicho.

—Te quiero un montón —continúo con mi voz baja—. Gracias por no abandonarme nunca.

Ladra como respuesta, siento su cola chocarme contra las caderas con constancia. Me inclino hacia adelante, rodeando su cuello para besar su cabeza.

Me encuentro tan enfocada con mi perrito que ni siquiera me percato del chirrido de la puerta, menos que alguien ha ingresado al interior, por lo que el carraspeo de garganta me toma desprevenida, por lo que aprieto el abrazo, como pidiendo que me proteja.

—Solo soy yo, mi gruñoncita —musita esa voz que es como la melodía más preciosa del mundo.

Los hombros se relajan, mi agarre sobre Aketus se afloja, oportunidad perfecta para escaparse de mis brazos y correr hacia el intruso. Así es tan sencillo para él, cambiarme.

Kaleth lo saluda con efusividad antes de acercarse a la cama, sentándose a un lado. Me da unas ligeras palmadas en los muslos, para que le dé más espacio. Resoplo, haciendo un mohín con los labios, arrastrando mi trasero en el colchón.

Él se hunde a un lado mío, depositando un sonoro en las sienes. Curvo mis labios con una sonrisa, coloco la mano en su pierna, en busca de la suya. No tardó mucho en encontrarme con la de él, entrelazando nuestros dedos.

—¿No me vas a dar un beso, amor mío? —pregunta Kaleth, recargando su cabeza en el hombro.

—Sí. —Deposito un beso en su cabeza sin vacilar.

Cierro los ojos, embraguetándome con su delicioso aroma.

—Dame otro beso —pide en un berrinche, apretando su mano en la mía.

—Tu siempre quieres besos —mofo, negando la cabeza con diversión.

—Es que tus besos son adictivos —suplica con el mismo tono, empezando a besar al aire.

Ahogo una carcajada, ¿es que los besos del aire son los aditivos? Me obligo a encontrar la silueta borrosa de mi novio. Me inclino, esperando depositarle un beso en la mejilla que él corre, por lo que mis labios se estampan con los suyos, abro mis ojos, fingiendo sorpresa.

En realidad, es algo que espero que él hiciera.

Me acuna el rostro con ambas manos, coloco las mías alrededor del cuello, cubriendo sus brazos. En medio del beso, sonrío. Kaleth mueve su cuerpo, por lo que yo empiezo a recargar la espalda hasta que estoy acostada. Sus dedos descienden por mis costados hasta que se entierran en las caderas.

El placer me empieza a calentar cada rincón de la piel, por lo que involuntariamente suelto un gemido, pero estoy segura que el sonido gutural que acabo de escuchar no provino de mí.

Kaleth se separa por unos segundos, por lo que abro la boca, tomando un bocado de aire, pero él aprovecha para profundizar el beso al introducir su lengua, que está ansiosa de explorar.

Mi mano acaricia su pecho, me siento bochornosa, como si estuviéramos en el fuego. La ropa pesa un montón, que necesita ser arrancada de mi cuerpo. Kaleth se separa de mi boca, por lo que empieza a depositar húmedos besos por mi garganta.

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