♡Capítulo veinticuatro

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Deslizo las piernas en el interior del vestido que Gilia me ha prestado, solo que tengo un ligero problema y es que la cremallera está en la parte trasera, por lo que no alcanzo a subirla.

Estoy sola en casa, por lo que nadie me va a ayudar.

¿Quién inventó estos estúpidos vestidos?

¿Por qué no lo pusieron en un costado? Ahí sí puedo alcanzar ¡No en la espalda!

Frustrada, me dejo caer en la cama. Deseo echarme por unos segundos, pero tampoco quiero arruinar el medio recogido que tengo en el cabello. Me he demorado un montón, y siento que va a pasar si incluso respiro.

En cuanto al maquillaje es algo sencillo, como siempre, porque no quiero arruinarlo ¡Lo único que me falta es el estúpido vestido!

La cabeza de Aketus se me recarga en el regazo, parece que ha entiendo lo frustrada que me ha puesto, y acariciarlo me relaja.

—Tú siempre apoyándome, eres el mejor del mundo —comento, curvando los labios con una sonrisa.

Escucho el tintineo de las llaves, la puerta se abre. Mi perro se levanta y ladra, dándole la bienvenida a Gilia ¡Qué bueno que ha llegado! ¡Puede ayudarme con su vestido!

Me dijo que es de color verde esmeralda, satinado que se ajusta a mi cuerpo, con un ligero fruncido en la pierna. Tenía más de veinte años en su armario, le dio gusto cuando le pregunté sobre alguna prenda para un restaurante lujoso que Kaleth me invitó, su último cliente estuvo tan satisfecho con su trabajo, que además del pago, le dio una cortesía en el lugar de una cena para dos.

Kaleth y yo.

Salgo de la habitación a la salida, fuerzo los ojos para detectar la sombra de Gilia, pero los suyos se posan en mí, se forma un incómodo silencio por unos cuantos segundos, así que me rasco detrás del cuello.

—Hola —saludo, rompiendo el hielo.

—Joly, ¿cómo estás?

Su voz se siente sedosa, suave y con alegría.

—Estresada por tu vestido, ¡El cierre está en la espalda! — farfullo con irritación, dando una vuelta sobre mi eje en lo que toco la espalda descubierta.

Gilia da unos pasos en mi dirección, resoplando, como si estuviera aguantando una carcajada. No pronuncio ni una palabra, pero la siento acercarse, me encuentro un poco nerviosa y mi piel se eriza cuando sus dedos me tocan.

Sus manos se sienten gélidas, pero es mínimo el roce. Me acomoda la tela en la espalda., carraspea la garganta.

—El vestido es muy bonito, Joly —adula Gilia—. Se ve espectacular.

—Gracias.

Giro el cuerpo hacia ella, tengo las manos enlazadas delante de mí.

—Tienes unos mechones sueltos en el cabello, ¿quieres que te los acomode? —pregunta con amabilidad.

Asiento con la cabeza, inclinando un poco el cuerpo.

—Espérame unos segundos, tengo que ir al baño por los pasadores, ¿te parece bien?

—Mejor te acompaño, es más fácil ¿No crees? —Arqueo una de las cejas con un poco de diversión.

—Creo que tienes razón, Jol.

Las dos nos dirigimos hacia el baño, yo yendo por delante. Me detengo en frente del lavamanos. Escucho algunos golpes a un costado, mamá está sacando las herramientas.

Cuando se vuelve a acercar a mí para acomodarme el pelo, siento un revoltijo en el estómago, lo cual me mantiene confundida, porque desde niña no había permitido que me tocara el pelo. A temprana edad, empecé a cepillarme el pelo, a hacer algunas colas de caballo, al principio tenía un montón de gallos.

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