♡Capítulo veintiocho

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Estoy frotando la toalla en el cabello húmedo mientras camino hacia mi habitación, logro percibir la presencia de mi mamá en el interior. Me está terminando de ayudar a hacer una maleta, porque me voy a ir a París por un par de días con Kaleth, quien no tarda en pasar por mí para no conducir en la carretera oscura.

—En la parte trasera están los productos de higiene, Jol —explica Gilia, continuando en cómo está organizada la maleta.

Es para que sea más sencillo para mí armar los conjuntos en días posteriores. Estoy nerviosa, pero emocionada. Es que mañana vamos a ir a ver a su pianista favorito, James Leroy.

Y como ir a París nos toma aproximadamente cinco horas en carro, preferimos llegar un día antes para que al siguiente estemos llenos de energía y poder disfrutar al máximo.

Escucho el zíper de la maleta, mamá la arrastra hasta que la deja caer en el suelo.

—Confío en Kaleth, pero avísame que han llegado bien al hotel —comenta mamá, puedo notar su pánico—. No me voy a dormir hasta que lleguen a la habitación.

Me aprieta de los hombros con sutileza, aunque me lo está pidiendo, tratando de ocultar sus sentimientos, sé que me lo está exigiendo. Curvo los labios con diversión.

En realidad, nunca me imaginé llegar hasta este extremo, ir a un pequeño viaje con mi novio. Ni siquiera visualizaba uno en mi vida, es maravilloso como las situaciones cambian y por fin soy libre de estas cuatro paredes donde yo misma me confine.

Estoy extasiada, todo el cuerpo me cosquillea y ya quiero que mi novio llegue.

Como si lo hubiera llamado telepáticamente, Aketus ladra en dirección a la puerta, seguidamente escucho a alguien llamando. Mi cuerpo reacciona con inconsciencia, ya que corro. Me detengo justo cuando la mano toca el pomo.

No quiero lucir desesperada, aunque lo estoy en realidad. Al menos debo de esperar cinco segundos más antes de abrir.

—¿Por qué todavía no has abierto? —pregunta mi mamá del otro extremo.

Ha sido suficientemente fuerte, creo que se puede oír del otro extremo.

—¡Mamá! —clamo, abriendo los ojos de par en par, colocando el dedo índice en la boca para que no hable más.

Jalo la puerta y me obligo a sonreír, nerviosa, extiendo los brazos para que él me abrace, da un paso hasta a mí, se inclina para estar a mi altura y me estruja con tal fuerza que me va a sacar el aire de los pulmones.

—¿Cómo que no me querías abrir? —murmura con indignación en el oído, luego me da un beso en la mejilla.

Me sonrojo de la vergüenza, si me escuchó.

Carraspeo la garganta, buscando en mi mente una excusa que me ayude a librarme. Sin embargo, estoy en blanco.

—Hola, Kaleth —saluda Gilia, interrumpiendo un incómodo momento.

Es lo mínimo que puede hacer, ya que por su culpa estoy envuelta en este asunto.

—¿Ya se van a ir? —indaga ella.

Mi novio se separa de mí, lo escucho suspirar y sé que está sonriendo.

—Sí, queremos llegar allá lo más temprano y son las tres, así que es mejor apresurarnos.

Gilia asiente, le da indicaciones donde están mis cosas. Ellos desaparecen mientras yo estoy con mi perrito, esperando. Agarro la bolsa y el bastón, bajando con cautela las escaleras, en lo que me acompañan. Mis sentidos se agudizan al oír que están conversando, mamá pidiendo con amabilidad que se cuidaran y que va a estar atenta al celular por cualquier situación que se necesite.

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