♡Capítulo trece

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Narra Kaleth

Termino de pronunciar mi última oración con mi psicóloga. Froto las manos en mi pantalón, después de cada sesión me siento más tranquilo. Me levanto, ella me da una paleta de cereza que la guardo en el bolsillo.

—Nos vemos la siguiente semana, ¿te parece?

—¿Tienes otra cita ahorita? —inquiero con curiosidad, debido a que observo como saca su celular de la bolsa.

—Por el momento, en una hora tengo que regresar con los otros pacientes, ahora voy a ir a comer ¿Por qué? ¿Me vas a pagar la comida? —bromea ella, levantándose del sillón.

Los dos caminamos a la salida, abro la puerta de madera, me hago hacia un lado, esperando a que la mujer cruzará primero. Al salir del consultorio, ella sacó las llaves de su automóvil, presionando el botón y apagando la alarma.

Algo atrae mi atención, una figura se estremece en un banco cerca del auto blanco de la psicóloga. Entrecierro mis ojos, visualizando el bastón de metal.

¿Esa es mi gruñoncita?

Prefiero no quedarme con la duda, por lo que avanzo hasta ella sin decir ni una palabra. Joly tiene sus ojos sobre sus pies, su cabello está atado en una cola de caballo en bajo.

—¿Es ella? —pregunta la mujer, sujetando mi antebrazo.

Asiento con la cabeza.

—No sabía que iba a venir, déjame saludarla.

—Va, yo me voy a ir que me muero de hambre.

Carraspeo la garganta para que no la tome desprevenida por completo, dejo caer todo mi peso en el banco, a un lado de ella. Suspiro, curvando mis labios en una sonrisa, inclino mi cabeza sobre su hombro, se estremece de pies a cabeza.

—Hola, Kal —saluda ella, dejando su mano en mi rodilla.

—¿Qué es lo que haces aquí? —pregunto, irguiendo la espalda, dejando caer mi mano sobre la de ella, metiendo mis dedos entre los suyos.

—Me dijiste que a esta hora salías de tu terapia y he decidido venir a verte —afirma, sus labios esbozan una sonrisa.

Siento como mi estómago se retuerce de poco a poco e inevitablemente, mis labios ensanchan la sonrisa. Me remuevo con emoción, antes de pasar el brazo por su hombro, empujándola contra mi pecho. La escucho inhalar, sujetando su mano en la playera con fuerza. Cierra sus ojos, pegando más su oído, como si intentara contar los latidos de mi corazón.

Con la otra mano, le acaricio el pelo, meciéndome de un lado a otro con ritmo.

—¿Cómo es que llegaste hasta acá? —pregunto con curiosidad, un poco ofuscado.

Ella no conoce estos rumbos, ¿y si se hubiera perdido?

—Con ayuda del celular —replica con obviedad, reincorporándose—. Solo puse la dirección, me bajé en la estación más cercana y tomé un auto hasta acá.

Mis hombros tensos sienten descansar, Jolene ha roto su monotonía por sí misma. Lleno los pulmones de aire, con orgullo, porque está dándose cuenta de que es más de lo que ella puede imaginar.

—¿Y qué es lo que quieres hacer ahora? ¿Quieres que haga una cita para que mi psicóloga hable contigo? A veces, es genial hablar con alguien que no conoces.

Ella arruga el entrecejo, menea la cabeza de un lado a otro, en busca de una respuesta. Por lo que sé que todavía no está preparada para ir, por lo que no la pienso obligar ni presionar a tomar una decisión que ella crea que yo considero que es lo correcto.

NefelibataWhere stories live. Discover now