♡Capítulo diecinueve

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Giro el cuello ocho tiempos del lado izquierdo, vuelvo a repetir la acción cuando termino, pero en la dirección contraria. Mantengo la espalda recta, con las manos en la cadera, siguiendo el ritmo de la música. Al detenerse, dejo caer la parte superior de mi cuerpo, toco los pies con la yema de los dedos.

El cuerpo lo siento relajado al erguirme. Odette da un aplauso, diciendo que podemos ir a cambiarnos para irnos. Las chicas empiezan a marcharse, pero la maestra pronuncia mi nombre, quiere que me quede con ella unos segundos más.

Aketus que espera en la esquina de la sala, se acerca a mí. Su nariz me acaricia la rodilla, es su manera de decirme que está a un lado. Acaricio su cabeza antes de dirigirme hacia la maestra.

—Hola maestra, ¿en qué le puedo ayudar? ¿Necesita que venga mañana para ayudarle con las clases de las pequeñas? —pregunto, pues Odette me hizo un pequeño préstamo para comprar las entradas del concierto del pianista favorito de Kaleth.

La única manera que se me ha ocurrido en pagarle es en ofrecerle ayuda para la academia o cualquier otra cuestión que se requiera, siempre tener la disposición. A Gilia le he prometido que haré una mayor limpieza dentro de la casa si ella me enseñaba a tejer, compraba el perfume y me diera los boletos para el museo.

El tiempo con Gilia no fue tan tormentoso como creía, mi comunicación con ella es mínima, solo lo esencial, siempre respondo con monosílabas. Pero esas dos semanas en las que me ayudó, hubo conversación, conocí un poco de sus trabajos y sus compañeros.

Pero, casi siempre ponemos música de fondo en lo que contaba los puntos. Me dijo que mi abuela le enseñó cuando era una niña, y con el tiempo, lo fue dejando de lado hasta el momento en que le pregunté si podría ayudarme y aceptó sin vacilar.

Esa fue la principal razón por la cual opté por invitarla al cumpleaños de Kaleth, aunque en realidad esperaba que declinara la oferta, pero dijo que iba a estar muy feliz por acompañarme.

—Creo que es momento, Jolene —dijo Odette, sacándome de mis pensamientos.

—¿Momento para qué? —inquiero, jugando con mis manos.

¿Me está diciendo que no soy lo suficiente buena para el ballet? ¿Qué no quiere que ya salga con su hijo? ¿Qué deje de venir a su academia? ¿Qué es lo que quiere decirme? Está intriga me está carcomiendo.

—Para que te de esto, estuve a punto de dártelo hace dos semanas, pero fue el cumpleaños de Kal y se me olvidó —explica, pero sigo sin entender ni una palabra.

Permanezco en silencio en lo que escucho que ella da unos pasos hacia atrás, agarra una bolsa de plástico, regresando hacía mí. Su sombra es borrosa, pero alcanzo a percibir algunos de sus movimientos.

—Perdón por no envolverte el regalo, es que he tenido pendientes, pero como te digo, ya no quiero postergarlo más.

—No, no te hubieras molestado, gracias...

Odette no me deja terminar la oración, ya que me coloca la bolsa en las manos. Me toma desprevenida, por eso no he podido rechazar a tiempo.

—Busca, porque necesito que lo rompas —ordena con exaltación.

Que brusca, ¿Quién te regala algo para que después lo rompas delante de ella?

Dudosa, introduzco una mano. La primera textura es sedosa, pero firme. Toda la palma se extiende por el largo, siento unos listones. La agarro, por lo que me doy cuenta de lo que es, ¡Son unas de punta dura! ¡Con estas voy a lograr mantenerme de pie en la punta de mis pies!

Chillo con emoción, brincando en el mismo lugar, agarrando la bolsa de plástico contra mi pecho. Estoy incrédula, el corazón se me quiere escapar. Me arrojo a los brazos de mi maestra, ella me abraza, dando unas palmaditas en la espalda.

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