♡Capítulo once

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Giro sobre mi cama por milésima vez en la llamada con Kaleth, cada vez arrastra más sus palabras y se escuchan pesadas, pero está manteniendo un esfuerzo por mantenerse despierto.

Me hubieras dicho que no tenías sueño antes de que me tomara mis pastillas para dormir, gruñoncita. —Respira con profundidad y en cada palabra toma un bocado de aire.

—Yo no sabía que tomabas pastillas para dormir, Kal —reprendo por su falta de información.

—No siempre, no te preocupes.

Intuyo que está en un limbo entre el mundo real y el de los sueños, por lo que creo que puede que no recuerde nuestra conversación al día siguiente.

—Kal...

—¿Puedo preguntarte algo? —musito en un susurro.

—Sí, dime.

—¿Cuál es tu personaje favorito de Disney?

La línea permanece en silencio por unos instantes, no sé porque estoy tan nerviosa, muerdo mi labio inferior.

—Antes era Stitch —confiesa somnoliento, suspira una vez más.

La ansiedad incrementa, pues no sé si va a comentar algo más por el espacio.

—¿Y ahora?

—Me gusta gruñón de los siete enanos de Blancanieves, me recuerda a ti —susurra, el celular creo que lo ha dejado caer, porque sus suspiros se oyen lejanos.

—¿¡Por qué!? —vocifero con fuerza, esperando a que me oiga.

—Le robaste su personalidad, mi Joly.

Antes que me diera la oportunidad de replicar, detecto un ronquido pausado, lo cual, me brinda serenidad. Estoy sumergida en la oscuridad de mi habitación hasta que sus sonidos me transmiten sueño y lo único que quiero es caer en los brazos de Morfeo, por lo que corto la llamada, después de oírlo un par de veces más.

Al día siguiente, me encuentro almorzando un gran tazón con cereal, la música de fondo se sincroniza con cada cucharada que guío hacia mi boca, Gilia está trabajando y estoy en casa. Tal vez mis planes para hoy van a ser oír alguna serie.

Desde hace una semana que me presenté como hada en la obra de Odette en una escuela primaria no he vuelto a pisar la academia de baile, me gustaría continuar con las clases, sin embargo, no cuento con los recursos necesarios para pagar las mensualidades. Me rehúso a pedirle dinero a mi progenitora, porque quizás ella quiere estar cerca de mí, y yo no quiero eso.

¿Cómo podría? Si ella es la causante de mis desgracias.

Arrugo el puente de mi nariz, los recuerdos del día en el que perdí la mayor parte de mi visión me azotan, por lo que aprieto los puños llena de frustración, resoplando.

Estúpidos cristales.

Palmeo con mi cuchara el tazón, acabo de perder el apetito y tengo más o menos la mitad lleno, pero ya no quiero. Me desplomo en mi propia silla, dejando las manos enlazadas sobre mi regazo.

Pierdo la noción del tiempo cuando escucho que unos nudillos golpearon mi puerta. No sabía que iba a venir alguien, por lo que recuerdo que Colette ofreció una pijamada, porque amaba las rutinas para el cuidado de la piel.

Y no sabía si era como Bea, que lo toma todo en serio y podría venir.

Me levanto con pereza del asiento, arrastrando mis pies hasta llegar a la puerta que abro al instante. A mis fosas nasales llega el característico olor a hierbabuena de Kaleth.

NefelibataWhere stories live. Discover now