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Los gritos desgarradores de una mujer resonaron por cada rincón de aquella cabaña en medio de la nada.

—Vamos, ya falta poco — trataba de animarla una comadrona, ubicada entre las piernas separadas de la joven azabache que se curvaba en la cama ante el dolor tan fuerte que estaba experimentando.

Su respiración era acelerada e incluso la perdía por algunos segundos. Por más esfuerzo que pusiera en inhalar y exhalar para regularla, simplemente le resultaba imposible.

—No... No... ¡No puedo! ¡Ya no puedo! — gritó la joven, con los orbes llenos de lágrimas, al mismo tiempo que muchas otras ya se encontraban corriendo por sus mejillas.

—Sí, sí puedes, no te rindas ahora. Ya falta poco — repitió la comadrona con su voz ronca y algo apresurada. No había preocupación, solo la necesidad de terminar con eso lo antes posible.

Fueron extensos minutos de gritos y llanto desesperados por la joven mujer. Cada vez que pujaba soltaba un alarido aún más fuerte que el anterior. Hasta que llegó un momento en el que hizo su último esfuerzo con un chillido desgarrador que pareció romper sus cuerdas vocales y todo se quedó en silencio dentro de esas cuatro paredes de madera.

Pero ese instante de silencio no se prolongó por mucho tiempo, ya que de inmediato el llanto incesante de un bebé comenzó a hacer eco en todo el lugar, reemplazando los antiguos gritos de su madre al tenerlo.

—Mi bebé... — susurró la azabache, tratando de sentarse sobre la cama pero fallando estrepitosamente debido al cansancio y el dolor que aún no se mitigaba de su cuerpo.

La comadrona la ignoró y se encargó de la limpieza de la criatura recién nacida. Lo tomó entre mantas y cuando estuvo listo le lanzó una mirada estoica a la desdichada mujer que se había encargado de traerlo al mundo.

Se sintió tentada a mostrárselo, por lo menos para que pudiera verlo y que le quedara un recuerdo de la pequeña y tierna criatura, la que aún se mantenía ajena a toda la maldad y oscuridad que rodeaba su existencia.

No obstante, por más que en ella surgió ese corto e inesperado instante de bondad, se esfumó de inmediato cuando la puerta de madera de aquella habitación se abrió, dando paso a una pelirroja que la miró con una pérfida sonrisa apenas ingresó.

—Así que ya nació... — murmuró la pelirroja recién llegada con una voz baja y sensual —. Entrégamelo — se acercó a la comadrona estirando sus brazos, y esta le entregó al bebé de inmediato.

—Nació sano, mi señora Lilith — le informó la mujer de aspecto mayor.

—No me esperaba nada menos — le respondió Lilith, echándole una mirada rápida antes de volver al pequeño azabache que se mantenía muy tranquilo —, después de todo, tiene sangre de uno de los príncipes del infierno. Será tan fuerte como su padre.

—¿Está segura de eso? ¿Cree que será tan fuerte como su padre a pesar de tener como madre a una humana?

Lilith miró a la azabache en la cama, la cual se veía un poco aturdida, aún contrariada por el parto. Ensanchó su sonrisa y giró hacia la anciana frente a ella.

—Confía en mí, Lamashtu. Este niño tendrá un papel muy importante en el futuro, nuestro futuro.

—Por supuesto que confío en sus palabras, mi señora.

—Mi... Mi hijo... — una tercera voz se unió a la de ellas, provocando que Lilith y Lamashtu giraran a verla —. Por favor... Quiero ver a mi hijo... Deme a mi hijo...

Bloody Attraction [KookTae]Where stories live. Discover now