CAP.50

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Srinagar (Cachemira)

Hacía tiempo que no lloraba. No era que se hubiera propuesto no hacerlo, simplemente las lágrimas no aparecían, por muy triste que estuviera. Sin embargo, aquella larga noche, con Shuary, Svarg, el engendro, Electra, Nanonoichi, Munt y sus píldoras, dando vueltas en su cabeza, junto con Leander y su boda, sus últimos recuerdos con Iris y los pensamientos de Luna, Alexander no pudo evitarlo. Mientras leía el último de los diarios de su vieja amiga tenía los ojos tan hinchados que las puntas de sus pestañas se clavaban dentro: sentía que algo pequeño y afilado se le había incrustado en el pecho y que jamás podría sacarlo.

No sabía si se alegraba de que ella hubiera arrancado y mutilado algunas de las páginas más duras, porque quizá eso le habría empujado a tomarse la justicia por su mano. Conocer con detalle lo que aquel monstruo repugnante de Belmonte le había hecho, y saber al tiempo que no había pagado por ello, le obligaba a tomar partido en el asunto. Como ser humano, su capacidad empática moría a los pies de quienes tenían como forma de vida destruir las vidas de otros. No podía sentir pena o compasión por ellos, porque sus sentimientos siempre estarían junto a las víctimas. Como en su caso, el de Iris y el de Luna, muchas veces señaladas como culpables de sus propias desgracias solo por ser vulnerables. Eso le había costado cierta reputación de intolerante en una sociedad hipócrita e infantilizada, dónde la gente parecía alérgica a afrontar las consecuencias de sus actos y ensalzaba la figura del verdugo, disfrazando de piedad simpatías enfermizas. No podía dejar de pensar en ello cuando Leander bebía de más, en compañía de desconocidos, en sus viajes de negocios o cuando su hermanita Chloe salía de casa sola. No quería que vivieran con miedo, pero no podía evitar sentir miedo por ellos. Al fin y al cabo, la mitad de su familia había sido aniquilada por seres perversos, de los cuales, la mayoría, seguía actuando con impunidad.

Cuando el resentimiento sometió a la amargura, a Alexander se le vino a la memoria una de las frases más ocurrentes que le había oído decir a Ernesto, su jefe de seguridad en Shambala, después de que un juez pusiera en libertad al tipo que había intentado degollarle por negarse a darle las llaves de su coche: << ¿En qué maldito momento perdimos la buena costumbre de ensartar las cabezas de nuestros enemigos en palos para dejar que nos los metieran por el trasero?>>.

Quizá no iba a ser tan terrible convertirse en un monstruo con los sentimientos a flor de piel como aseguraba el manual de Shuary; de ese modo no tendría que replantearse cuestiones morales de ningún tipo, por lo que iría directamente a por Belmonte y a por Electra... Después les seguirían todos los demás. Se aseguraría de que nunca más volvieran a hacerle daño a nadie.

Tras pasar gran parte de la mañana y de la tarde durmiendo, por orden de la Sra. Phrithika, Tanvi le llevó una bandeja con una infusión de jengibre, y unas insípidas pastas de arroz a Luna, luego algo parecido a un puré de zanahoria, que debía dejarla como nueva. Tras tomar un poco de cada cosa, para no parecer desagradecida, la rubia se levantó y se vistió despacio, pues aún se sentía un poco mareada. Le sorprendió lo hermosa y radiante que estaba su amiga india a pesar de la noche de insomnio y la manera en que corría de un lado a otro, poniéndolo todo en orden.

— ¿De qué planeta has salido tú? Has pasado la noche en una mecedora, es imposible que parezcas tan dinámica—le recriminó con una fingida mueca de desagrado, cuando ella plegó la mosquitera a los lados de su cama —. ¿Acaso no sabes que hay un infierno especial para la gente que finge no estar cansada? Me críe con monjas, sé de lo que hablo.

La muchacha alzó una ceja y se encogió de hombros. Luna dio por hecho que no había entendido la mitad de las cosas que le había dicho. Alexander no era el mejor profesor de inglés, después de todo.

—Yo soy madrugadora —adujo Tanvi, con una risilla traviesa y la expresión que tendría el gato que se ha comido a un canario —. ¡Y tengo prisa por marchar!

RASSEN IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora