CAP.3

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Polígono industrial Baco

Bruma

De camino a la sala de fiestas más famosa de Bruma, en el interior de un exclusivo coche de alta gama con los cristales tintados, los hermanos Alexander y Leander Blake mantenían una pequeña disputa, respecto a la reticencia del primero a olvidar sus obligaciones laborales. Leander, una versión más rubia, desinhibida y seductora de su hermano menor, parecía haber rejuvenecido una década en los últimos días. La elegancia de su smoking negro contrastaba con sus aires de guerrero vikingo, al igual que su sonrisita de niñito travieso a punto de hacer una trastada. El muy insensato pretendía que Alex compartiera con él una larga noche de juerga, rodeado de alcohol de dudosa calidad, música estruendosa y mujeres atractivas semidesnudas, pero este se resistía con ferocidad. En cualquier otra ocasión, el joven griego hubiese aceptado de buen grado entrar en aquel antro, con la más falsa de las sonrisas pintada en su cara, pero aquella noche no. Odiaba mentirle a su hermano mayor, pero no podía confesarle que entre sus tareas pendientes estaba el asalto a la oficina de Clara Vega (su antigua psicóloga). Había decidido robarle su historial médico, porque estaba seguro de que le ayudaría a recordar detalles importantes sobre el incendio en el que había perecido su padre, quince años atrás. Pero admitir algo así frente a Leander equivaldría a reconocer que jamás había abandonado su lucha, y que seguía pensando que las versiones oficiales sobre las muertes de su padre y su tío no eran más que una cortina de humo, creada para proteger los intereses de los traidores que les habían robado TSC; gentuza sin escrúpulos, pero con grandes y peligrosos contactos.

—¡Venga ya! ¿De veras pretendes convencerme de que tienes una reunión de negocios un sábado por la noche? —dudó Leander, ante su negativa.

—Sabes de sobra que ando desbordado —alegó Alex —; el chef del hotel Central cerrará la cocina en una hora y antes debo encargarme de otro asunto...

—¡Acabo de recuperar mi vida! ¿Por qué no quieres celebrarlo conmigo antes de que regrese a Grecia? —insistió su hermano—. ¡Yo siempre he estado apoyándote! ¡Incluso cuando te fuiste a vivir a Cachemira para dirigir la escuela benéfica de papá! Estaba en plena campaña de navidad, totalmente volcado con la presentación de la nueva variedad de blanco Assyrtiko en nuestras bodegas, y a pesar de ello saqué tiempo para ayudarte con el papeleo.

Alexander, sintiendo flaquear sus fuerzas, puso cara de cordero degollado. En realidad, sí que tenía ganas de pasar un buen rato en compañía de su hermano, lejos de oficinas y despachos. Cuando se veían siempre estaban rodeados de posibles inversores, clientes o proveedores, y eso dificultaba cualquier conversación privada entre ambos...

—Está bien: regresaré aquí cuando resuelva mis asuntos. Si para entonces no te has largado, beberé contigo hasta caer exhausto —se rindió —. Pero ahora tengo que marcharme: Javier ha renunciado a su único sábado libre del mes, para reunirse conmigo. La competencia en la zona es terrible, nuestras molduras y brocados no pueden competir con el minimalismo y la domótica de los hoteles más modernos...

—...pero sí nuestras patatas asadas, la cerveza artesana y el crujiente jamón braseado con zanahorias caramelizadas — aseguró Leander, salivando como un cachorro de Basset hound, frente a un plato de salchichas—. ¡Está bien! ¡Lárgate! ¡Pero te advierto que no pienso acoger en mi casa a un obeso, desaliñado y viejo hermano solterón!

Alexander entornó los ojos y soltó una carcajada.

—Supongo que entonces tendré que pedirle clemencia a Iris; tu amorcito tiene un corazón mucho más grande y noble que el tuyo. ¿Le has dicho ya lo que sientes por ella?

El mayor de los Blake negó rotundo con la cabeza. La simple mención de aquel nombre femenino le hizo sonreír con tanta ternura, que Alex se replanteó, por un instante, muchos de sus prejuicios sobre la vida en pareja y ese amor utópico e incondicional que todo el mundo buscaba, pero que pocos lograban encontrar.

RASSEN IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora