CAP.58

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Todos los invitados se habían marchado, lo que no impidió que el mago continuara con su espectáculo. Leander, intrigado al ver el cruel deleite en los ojos y en la expresión de su prometida, no hizo nada por evitar que Luna siguiera exponiéndose. Sin embargo, Beth y las chicas, que aguardaban con impaciencia a que los chicos regresaran, empezaban a sospechar que había algo muy raro en aquel tipo.

—¿Estás sola? —prosiguió su interrogatorio Salman.

—Sí—contestó Luna.

—¿Qué esperas encontrar en la luz?

—A ellos.

—¿Quiénes?

—La gente alta.

Aquellas palabras tan inocentes le resultaron de lo más inquietante a Beth, que, con paso decidido, avanzó hacia el escenario dispuesta a dar por concluido el espectáculo. Su sorpresa fue mayúscula cuando, "amablemente", dos de los escoltas de Electra le bloquearon el paso y la invitaron a alejarse de allí de inmediato y para no regresar.

En su ensoñación, Luna siguió caminando entre árboles y matorrales. A pesar de que estaba oscureciendo, se sentía feliz y libre en aquel entorno. Soltó una risilla plena y contagiosa, casi infantil, antes de percibir una presencia cercana; alguien que la miraba desde arriba. Levantó la vista hacia el cielo, y él estaba allí, el enorme búho, su protector, dibujando círculos alrededor de su tocaya astral.

—Auuuuuuuaaaaaaaaa.

Aquel sonido animal, brotando de las entrañas de la rubia, hizo que Beth dejase de discutir con los guardaespaldas de la prometida de Lend y que Alexander se asomara a la barandilla de la planta de arriba para poder ver qué estaba pasando.

Luna siguió al animal hasta una explanada llena de flores purpúreas, en la que la aguardaba Martín junto a un hermoso lobato.

—¿Cómo está hoy mi pequeña nereida? —le preguntó feliz, su padre adoptivo, al tiempo que le ofrecía unas galletas y un trozo de chocolate. — ¿Has visto lo hermoso y saludable que está nuestro pequeño "Lobo"? Lleva horas dando vueltas por el campamento, no sé qué le pasa, parece nervioso... ¿De veras es ese el nombre que quieres darle?

Ella asintió sin dilación y le tendió la mano para tomar la comida. El estómago le rugía. Llevaba tiempo sin comer, aunque no recordaba cuánto. Bajo la atenta mirada de Martín, se metió una galleta entera en la boca y esperó a que se deshiciera en su saliva con doloroso placer. En ese instante, la visión de una figura oscura y neblinosa a la espalda del hombre le dio un sentido al comportamiento extraño de Lobo e hizo que se atragantara. Intentó mantenerse serena; Martín no podía verla, eran pocos los que podían ver a la sombra. De nada serviría gritar, tampoco huir. Cuando la sombra quería llevarse a alguien lo hacía, sin más. Nadie podía intervenir entre la sombra y su cometido. Pero ella no quería que la sombra se llevara a ninguno de los habitantes del bosque, tampoco a los pobladores del campamento.

—Ella está aquí—anunció.

—¿Quién? —quiso saber Salman.

La sombra del bosque.

—¿Podrías describírnosla?

—¿Cuál de todas sus caras?

El mago intentaba mantener su actitud chulesca y confiada pero cada vez le resultaba más difícil. Como si pudiera percibir el odio que Alexander destilaba, alzó la vista para enfrentarse al gélido escrutinio de sus ojos grises. Le dedicó un amago de sonrisa, que provocó que el griego se aferrase a los barrotes dorados y apretase la mandíbula hasta hacer rechinar sus dientes; Electra sabía por qué había llevado allí a Luna y había contratado a aquel idiota para exponerla. ¿Cómo demonios se había enterado?

RASSEN IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora