CAP.45

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Bruma (Madrid)

Reyes regresó a la oficina del cuartel cuando la noche empezaba a caer de nuevo. Había pasado un día entero encerrado en la casa de los Munt y se sentía agotado en un plano que iba mucho más allá del físico. Si bien era cierto que después de tantos años de servicio en las calles pocas cosas lograban sorprenderle, el caso de Iris Blake no solo le había sacado de su zona de confort: desde un principio había tenido un mal presentimiento respecto a él. No era algo que quisiera compartir con nadie, porque presumía de ser un descreído, pero algo en su interior le decía que tras aquella investigación habría un antes y un después en su vida. Por lo pronto, toda aquella locura estaba afectando para mal a su rendimiento, estaba seguro.

El estruendo del portón de entrada cerrándose hizo que su pulso se acelerase aún más si cabía, clavó la mirada en el monitor de las cámaras de seguridad y se encontró con Erika bajándose de su viejo todoterreno. ¿Por qué no había vuelto a casa?

—Es auténtico—le informó la forense, en tono derrotado, en cuanto entró por la puerta.

—¿Qué haces aquí?

—No podía irme, como si no hubiera pasado nada. Así que fui a enseñarle el informe del diente a mi mentor; he confirmado que no pertenece a ninguna especie reptil catalogada, así como tampoco a ningún otro animal cuya existencia esté registrada. También he averiguado que el único animal que posee dientes de magnetita es una cucaracha de agua microscópica, algo que no encaja, porque el perfil del organismo al que pertenecía el diente es casi humano. ¿Qué ser humano tendría dentadura de hierro?

—¿Los adolescentes sin padres ricos? ¿Marilyn Manson?

—¿Cómo puedes tener ganas de bromear, Daniel?

—Está bien, perdona. Supongo que es menos dramático para mí porque no entiendo mucho de esas cosas. ¿Qué se supone que pasará ahora?

—¡Nada! Porque en la práctica, no tengo nada. ¡Oh! ¡Señor! ¡No me merezco esto!

Derrotada, Erika se llevó las manos a la cabeza y dejó que su espalda se escurriera por la pared, hasta acabar sentada en el suelo. Al verla en ese estado, Reyes torció el gesto, se agachó junto a ella y la obsequió con una pequeña y sutil colleja. Deferencia que ella le devolvió de una forma un tanto más brusca.

—¿Qué demonios haces? ¿Cómo se te ocurre darme un coscorrón? ¿Crees que soy una niña? —le increpó tras el golpe.

—¡Esta no es la Erika que conozco! ¿Te están reblandeciendo los años? ¿De veras no piensas seguir investigando? Tú, que pasaste dos meses intentando demostrar que ese jugador de fútbol no se había caído de su yate de forma accidental. ¡Esto no es propio de ti en absoluto!

—Con la excusa de las obras los de la H1 se han llevado todo el material derivado del caso y lo han destinado a otro experto de su <<confianza>> —farfulló la mujer, en tono derrotado —. ¡Me han obligado a escribir en mi informe que, según mi criterio, el cráneo del gato está tan deteriorado que me es imposible trabajar con él! ¡Pero no es cierto! ¡No es cierto, Dani! ¡Mi reputación se irá al traste por culpa de esos intrigantes de mierda!

La forense volvió a cubrirse el rostro con las manos y comenzó a maldecir en voz muy baja. Reyes le tomó las muñecas con sumo cuidado y la obligó a mirarle a los ojos.

—A mí no me engañas, tu reputación, al igual que la mía, ha sobrellevado con dignidad embestidas mucho más duras que esta—le recordó a su exmujer, en tono conciliador —. Te sientes frustrada porque sientes que has perdido el control, ¿verdad?

Erika asintió, intentando que al hacerlo incipientes lágrimas no escaparan de sus ojos.

—¿Puedes creer que por primera vez en mi carrera me siento tan confundida? ¡Es como si todo mi mundo empezase a tambalearse! Yo, que de lo poco que he podido estar orgullosa en la vida es de estar entre los cinco mejores expertos de mi generación, de repente me siento asustada.

RASSEN IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora