Jo por primera vez en años, no sabía qué hacer para que su amiga dejara de llorar. Estaba devastada, no sabía qué sería de ella en los próximos meses ni cómo enfrentaría todo eso.
—No puede ser una niña, Jo —sollozaba en el hombro de su amiga—. No puede. Le estoy fallando a mi hija, le estoy fallando a Cielo una vez más.
—No le estás fallando a nadie, este bebé no reemplazará a Cielo y lo sabes muy bien, pero tal vez sea esa luz que tanto necesitas, que todos necesitamos.
—Nick no me lo va a perdonar jamás y Adán tampoco.
—Sí lo harán, no traicionaste a nadie. Ese bebé está dentro de ti mucho antes de que con Nick se dieran la nueva oportunidad así que no pueden recriminártelo, va a ser difícil aceptarlo tal vez, pero no tienes ninguna culpa.
—No sé cómo seguir con esto.
—¿Cuándo se lo dirás a Gianluca? —Lexie apartó la mirada y Jo entendió perfectamente lo que estaba pensando su amiga—. ¡No puedes ocultárselo! ¿No recuerdas lo que pasó por ocultarle el embarazo de Adán a Nick? Porque créeme que yo sí que lo recuerdo, casi no te logro sacar de ese agujero.
—Tengo miedo, Jo. Él terminó nuestra relación hace seis meses, no fui yo, no puedo aparecerme en su puerta y decirle: «hola, adivina qué, vamos a tener un hijo». No me va a creer que es de él y no puedo soportar esa mirada de desconfianza, no en él.
—Lex, ese hombre daría su vida por ti. Si te dejó ir fue porque pensó que tu felicidad estaba con Nick sin importarle la suya, dime ¿quién en su sano juicio hace eso?
—Pero yo le di la razón al volver con Nick.
—Te voy a hacer una pregunta, Lex, porque sé que ahora tú mente está más clara sobre eso que la última vez que pregunté y sé que esa confusión dentro de tu cabeza ya no existe. Estoy segura de que los amas a los dos y lo entiendo, pero también sé que solo estás enamorada de uno y no influye en nada quién sea el padre de ese bebé. Así que, amiga mía, sé sincera conmigo y contigo misma cuando te pregunte, ¿de quién estás enamorada realmente?
La respuesta le llegó a la cabeza sin tener que pensarlo un segundo pero no se atrevía a decirlo en voz alta. No estaba segura de si era lo correcto o no pero sabía que su amiga tenía razón, a ambos los amaba con toda el alma pero a uno como amigo y al otro como al amor de su vida. No había forma de negarlo.
—Gianluca.
—Siempre lo supe, solo estaba esperando a que te dieras cuenta.
—No puedo estar con él. No soportaría que me rechace una vez más.
—¡Dios mío! —su amiga dio un gran suspiro y puso los ojos en blanco antes de volver a abrazarla—. Vamos a tener que hacer un largo trabajo contigo, Alexia Brooks.
***
Pasaron un par de semanas antes de que Lexie se hiciera la idea de lo que estaba pasando pero seguía aferrada a la idea de no decirle a nadie todavía sobre su estado. Habían pasado recién el día en que Cielo cumpliría siete años y no estaba preparada para hacerlo.
A pesar de eso, se comenzó a cuidar otra vez para sorpresa de los hombres con los que vivía, se alimentaba en las horas correspondientes aunque en poca cantidad aún porque no era conveniente que comiera demasiado después de tantos días de ayuno. Ninguno entendía la razón de eso pero estaban aliviados, algo había pasado para que Lexie se diera cuenta de que tenía que vivir y mientras siguiera así, todo iba a estar bien.
Por las noches, ya sola en su habitación, Lexie adoptó la costumbre de acariciarse la pancita apenas redondeada y hablarle a su bebé. Le solía hablar de Cielo con todo detalle y estaba segura de que cada vez que la mencionaba, sentía una pequeñas pataditas, como si se alegrara de escuchar cosas sobre la hermana que nunca llegaría a conocer pero que siempre estaría presente en su vida.
—Lamento no haberte cuidado como es debido estos meses —susurró Lexie en la comodidad de su habitación—, si hubiese sabido que estabas ahí dentro te prometo que lo habría hecho. Fuiste una sorpresa bastante inesperada, todavía estamos llorando a Cielo y sé que no es bueno para ti pero no puedo evitarlo, pero no tienes que dudar que te vamos a amar mucho y te vamos a proteger con la vida porque eres un tesoro que nos cayó del cielo, como una piedra preciosa y delicada a la que hay que cuidar con todas nuestras fuerzas —Lexie sonrió como hace mucho no lo hacía, todavía con sus ojos llenos de lágrimas—. Como a una gema preciosa, ¿te gusta? Creo que he encontrado un nombre para ti, mi preciosa... Gemma.
Alguien golpeó la puerta y Lexie se bajó a toda velocidad la parte de arriba del pijama para tapar su abdomen justo un segundo antes de que Adán apareciera con su almohada bajo el brazo.
—¿Estás bien? —preguntó el chico al ver los ojos llorosos de su madre.
—Sí.
—¿Con quién estabas hablando?
—¿Yo? Con nadie, estaba escuchando la tele.
—Pero está apagada.
—La apagué cuando golpeaste, no es importante. ¿Pasa algo?
—No, solo vengo a dormir contigo otra vez.
Lexie abrió sus brazos para que su hijo se acomodara en ellos y se quedaron ahí en silencio por un largo rato. Una vez que Adán se durmió, Lexie seguía acariciándole el cabello con una mano y con la otra apoyada en su pancita. Esa noche, Lexie por primera vez se quedó dormida con una sonrisa en el rostro y llena de paz porque estaba acompañada por sus tres hijos, Adán a su lado, Gemma dentro de ella y Cielo también estaba presente en todo lo que los rodeaba.
***
Dos días después, mientras Lexie estaba en la ducha escuchó que tocaban el timbre pero dejó que fuera Adán quien abriera, tenía el pelo lleno de Shampoo y no iba a salir corriendo a medio vestir. Siguió en lo suyo aunque se apuró más de lo normal para ir a ver quién era porque no esperaba visitas pero cuando salió de su habitación, su hijo estaba nuevamente encerrado en su habitación jugando videojuegos.
—¿Quién era?
—Ah, solo el cartero.
—¿Trajo algo importante? ¿Una cuenta vencida, una carta de amor de Lucy, algo?
—No lo sé.
Lexie puso los ojos en blanco y se fue de la habitación, alegando que los chicos hoy en día no hacían nada por sus vidas. Llegó a la mesita que estaba a la entrada, donde dejaban las llaves y el correo que llegara, tomó las cartas de ahí y se fue a preparar una leche tibia mientras iba hojeando a la rápida. Todas era cuentas de luz, agua y gas menos la última, conocía esa letra y su corazón comenzó a acelerarse a mil por hora.
Leyó su nombre en una hermosa caligrafía, que no se parecía en nada a las desastrosas letras del resto de médicos que conocía, pero esa era especial y lo sabía. Todavía un poco paralizada, se fue a su habitación para leerla tranquila, no podía creer lo que tenía en sus manos.
—¿Había una carta de amor, entonces? —bromeó Adán cuando la vio pasar por el pasillo pero ella siguió de largo sin escucharlo. Necesitaba tener un espacio para ella misma y él no lo notó.
Ya en la comodidad de su cama y nuevamente con una de sus manos apoyada en su estómago se armó de valor para abrir el sobre. Estaba asustada, no sabía lo que sería ni si le iba a gustar lo que leería pero al ver su nombre escrito, otra vez los ojos se le comenzaron a llenar de lágrimas.
«Mi queridísima Lexie, ¿suena muy cursi si lo comienzo así? Da igual, aquí voy de nuevo...
Lexie:
Sé que podría haberte enviado un correo electrónico, es más rápido. Pero bueno, creo que ya sabes que se me dan mejor las cosas a la antigua y si esto va a ser una despedida definitiva, es mejor que sea bien hecha.
Sé que tomaste tu decisión hace bastante tiempo y no escribo esto para que la cambies, sé mejor que nadie que la familia es lo más importante y está primero y entiendo perfectamente que sigas enamorada de él. No te tortures pensando lo que pasa conmigo ahora, yo estaré bien, no sé en cuánto tiempo pero te prometo que estaré bien, no quiero causarte más preocupaciones de las que ya tienes.
Creo que nuestra historia, a pesar de no haber durado demasiado es digna de ser contada y me gustaría pensar en que algún día hablarás de mí con cariño, que me recuerdes de buena forma y no como la persona que te hizo sufrir. Nuestra historia comenzó con dos adultos que estaban completamente desilusionados con el amor y que tal vez se encontraron demasiado tarde, dos adultos que estaban hechos el uno para el otro pero que no pudieron estar juntos. A lo mejor fue el destino, la mala suerte o tal vez solo no era su momento. Sus vidas eran demasiado complicadas para unirlas a pesar de todo el amor que se tenían.
Sé que la vida te ha tocado muy dura y me hace feliz que al fin puedas hacer lo que quieras. Quiero verte feliz, Alexia, daría todo por verte sonreír otra vez y no dudo que él lo hará por mí y aunque no lo sepa, se lo agradeceré toda la vida.
Una última cosa que quiero que te quede claro, es que yo nunca terminé lo nuestro por falta de amor, porque eso era lo que más había. Sé que nunca lo entendiste y tal vez lo hice en el peor momento pero era por tu bien, necesitabas seguir a tu corazón y yo al medio de ustedes dos, solo estorbaba. Lo dije antes y lo sigo diciendo, once años no se pueden comparar con uno, ustedes tenían una larga historia y yo solo venía llegando, era solo un extraño.
Te deseo lo mejor en tu vida, si quieres puedes guardar esta carta o bien ,puedes quemarla. Haz lo que tengas que hacer porque como dije antes, lo importante aquí es tu felicidad.
Nunca olvidaré ninguno de los momentos que vivimos juntos, ni el corte de luz en la clínica, ni bailar entre adolescentes porque no investigué bien el club al que te invité, ni nuestro primer beso y espero que a pesar de todo, tú tampoco lo olvides, porque al menos para mí, fueron buenos momentos, como dije antes: dignos de ser recordados.
Me siento tan patético escribiendo esto, tal vez la cursilería es lo mío y espero que no te moleste pero es la única manera que encontré que despedirme. Soy demasiado cobarde para despedirme de ti en persona, sé que si lo hago no querré alejarme y mi decisión de regresarme a Italia en unas semanas con mi hija se vería afectada. Por favor no pienses que es tu culpa que me vaya, es solo algo que creo que necesito hacer.
Cuídate, por favor, sé que eres una mujer fuerte y vas a salir adelante, sé que en el fondo sigues siendo la mujer de la que me enamoré el primer día. Te envío un beso y un abrazo muy grande. Espero que me recuerdes, como lo haré yo.
Con amor, Gianluca.»
Lexie no podía dejar de llorar luego de releer una y otra vez la carta, era lo más bonito que le habían dicho en la vida y no podía dejar que ese hombre se alejara para siempre de ella. Sabía que la intención de Gianluca nunca fue que ella se quedara con él, era demasiado bueno para eso, pero esa carta le cambió la vida. Tenía que hablar sinceramente con Nick aunque la terminara odiando, no podía aguantar un día más con el secreto de su bebé o iba a explotar y con esa explosión iba a arrastrar a las personas que más quería a un lugar del que no los podría volver a sacar.