Estaba cenando, había leído la carta de Camila y me había quedado preocupada, estaba en cama y bastante maltratada por el golpe que se dio del caballo al suelo.
Había tenido un día ocupado, leía y leía, no dejaba de leer, tenía incluso que ponerme los lentes que nunca me gustaron, por las noches casi no dormía pensando en todas esas cosas maravillosas que aprendía y que eran tan fáciles de comprender y que no pude siquiera pensar antes, era increíble como mi cerebro absorbía el conocimiento, me encantaba, llegaba a soñar con números, con política, con geografía e italiano, porque estaba aprendiendo italiano, pero sería un secreto, quería sorprender a Camila.
Claro, daría lo que fuera por borrar mi estupidez, por hacer que Camila se sienta orgullosa de mi.
La puerta se abrió sin siquiera ser tocada antes, era Sofía y un chico.
—Oh, este es mi amigo Linus. —Nos presentó
Se veía un poco mayor, no tenía 20, pero tal vez 17 o 18.
—¿Y cómo es que Camila te dejó venir a esta hora? es más, ¿qué haces aquí a estas horas?
—El auto nos espera afuera, llevaré a cenar a Linus a casa, estudiante de intercambio, es alemán, así que no habla mucho inglés.
Elevé mis cejas.
—Venía a darte la breve noticia de que Camlia no te odia, de que te ama mucho y que solo se está haciendo la dura contigo, eso es todo.
Estaba confundida, dejó un beso en mi mejilla y se fue con el chico.
¿Camila solo se hace la dura conmigo?
—
27 de octubre.
Las niñas venían seguido, pero sin Camila.
Eran ya las ocho, había un sol resplandeciente desde hace cinco días, ya no había lluvia, todo era sol, así que tomé mi guitarra, una manta y una almohada y bajé a sentarme en el césped bajo el gran árbol.
Miré bien la hoja con los acordes de la canción, comencé con un rasgueo.
Me han dicho que nuestras vidas no valen gran cosa
que pasan en un instante al igual que se marchitan las rosas.
me han dicho que el tiempo hace el imbécil
que de nuestras penas se hacen abrigos.
Sin embargo alguien me ha dicho
que me amabas aún,
hay alguien que me ha dicho que me amabas aún.
¿sería posible entonces?
Me han dicho que el destino se burla de nosotros
que no nos da nada y que nos lo promete todo
parece que la felicidad esta al alacance de la mano,
entonces tendemos la mano y nos volvemos locos
Sin embargo alguien me ha dicho
que me amabas aún,
hay alguien que me ha dicho que me amabas aún.
¿sería posible entonces?
Pero quien es el que me ha dicho que aún me amabas?
no recuerdo más, era tarde por la noche
aún oigo la voz, pero ya no veo los rasgos
"Ella te ama, es secreto, no le digas que te lo he dicho"
Ves como hay alguien que me ha dicho
que me amabas aún,
es verdad que me han dicho
que me amabas aún
¿sería posible entonces?
Me han dicho que nuestras vidas no valen gran cosa
que pasan en un instante al igual que se marchitan las rosas.
me han dicho que el tiempo hace el imbécil
que de nuestras tristezas se hacen abrigos
Sin embargo alguien me ha dicho
que me amabas aún,
hay alguien que me ha dicho que me amabas aún.
¿sería posible entonces?
Terminé el rasgueo segundos después de terminar de cantar.
Suave, romántico pero triste.
Volví a cantar el coro.
Pensé en lo que Sofía me dijo.
Sin embargo alguien me ha dicho que me amabas aun, hay alguien que me ha dicho que me amabas aún, ¿sería posible entonces?
Quería que si fuera posible.
—
Miraba a Lauren desde lejos, avancé con la silla de ruedas, no podía usar bastones porque tenía una mano mala.
A medida que me acercaba podía escucharla cantar en francés, rápidamente reconocí la canción, Quelqu'un m'a dit de Carla Bruni.
Me puse cerca, pero no tanto para que no escuchara el sonido de las ruedas sobre el césped, me quedé detrás del árbol, la podía escuchar con su hermosa y melodiosa voz, no tan rasposa como siempre, era más suave.
Pero quien es el que me ha dicho que aún me amabas?
no recuerdo más, era tarde por la noche
aún oigo la voz, pero ya no veo los rasgos
"Ella te ama, es secreto, no le digas que te lo he dicho"
Ves como hay alguien que me ha dicho
que me amabas aún,
es verdad que me han dicho
que me amabas aún
¿sería posible entonces?
Me quedé allí en silencio a esperar que terminara de cantar, sin embargo cuando lo hizo se quedó en silencio y comenzó a tocar un fingerstyle de Isn't She Lovely" hasta que se equivocó, tal vez a la mitad de la canción.
—Hey. —Hice mi aparición
—¡Camila! —Se tapó la boca al verme y se puso de pie, mirándome
—¿Te asusté? —Reí
—S...si, es que nadie viene por aquí, uf. —Se tocó el pecho y besó mi mejilla
—¿Qué tal todo?
—Pues bien, he estado aquí nada más, tu no te ves para nada bien.
—¿Tan fea estoy? —Sonreí
—Oh no, no es eso, claro que no, me refería a tu...brazo y pierna...y cuello. —Me inspeccionó bien
—Si, estuvo jodido. —Puse mi mano delante de mi boca al decir esa palabra y reí
—Me asusté mucho cuando leí tu carta, pudo haber sido peor.
—Mucho peor, todos estos accidentes que pasan por caídas de caballos, cuando los patean y quedan ciegos...me salvé.
—¿Ibas sola?
—Si, se hizo una especie de piscina de lodo y ni el caballo ni yo nos dimos cuenta, el caballo frenó en seco y volé.
—Ay Camila, si llovía, ¿para que saliste?
Miré hacia abajo y nuestras manos estaban juntas.
Entrelacé nuestros dedos.
—Creí que sería divertido, pero no lo fue, estuvo muy feo, ¿quieres ver como tengo la espalda.
Lauren me ayudó a sentarme con ella a su lado, me rodeó y levantó mi blusa y mi suéter.
—Mierda. —La oí susurrar
—Está morado, verde y amarillo, soy una pintura.
Sentí como pasó sus dedos por mi espalda suavemente y me estremecí.
Ella rió.
—Perdón.
Hace mucho que alguien no me acariciaba así.
—¿Estoy muy oso?
—¿Muy oso?
—Muy peluda.
Rió fuerte.
—Tu siempre tuviste vellos en la espalda, son tan tiernos. —Acomodó mi ropa
Elevé mis hombros.
—¿Y las niñas?
—En casa, les dije que podrían venir mañana, pero quería venir hoy porque...quería saber de ti.
No, no nos besamos, no hubo de eso.
—Gracias por venir y preocuparte por mi, Camila. —Apoyó su cabeza en mi hombro
Oh.
—No tienes nada que agradecer, es mi deber como esposa y ni siquiera un deber como tal porque no lo hago obligada, lo hago porque quiero, porque es necesario, porque me nace.
Ella se quedó en silencio, pero con la yema de sus dedos acarició la parte de arriba de mi mano en círculos.
Unos pajaritos cantaban y se peleaban por unas semillas.
—¿Quién te ha dicho que aun te te quería?
Levantó su cabeza rápidamente y me miró a los ojos.
Sonreímos.