Camila tenía que partir y hacer su labor por el mundo.
Me entristece el hecho de que no la voy a ver en mucho tiempo y no tengo idea cuando regrese.
—No llores, Lauren. —Acarició mi mejilla
Me dio una triste sonrisa.
—Te voy a extrañar. —Nos fundimos en un largo abrazo
El auto la esperaba.
—Yo también te extrañaré mucho, pero piensa que cuando nos volvamos a ver todo será más bonito y pasaremos montón de tiempo juntas, ¿si? —Secó mis lágrimas y me dio un suave beso en los labios
Asentí.
—Te amo. —Junté mi nariz con la de ella y rió
—Yo te amo más, mucho mucho. —Sostuve sus caderas y la besé al escuchar sus dulces palabras.
No sé cuanto tiempo nos besamos, pero ella ya tenía que partir.
—Cuídate mucho, ¿si? —Acaricié su cabello
—Lo haré y esperaré que tu hagas lo mismo.
Le sonreí, nos dimos un último beso y un último abrazo y ella se subió al auto junto a sus acompañantes.
Desapareció y las puertas se cerraron. Era un día gris con fuertes lluvias.
Con tristeza subí hasta mi habitación, Sofía estaba jugando con las niñas, Keana miraba su celular y Brad las grababa.
Me tiré a la cama y ellos rieron.
—Lauren, no pueden ser tan apegadas, tienen que tener su espacio, además tienes que entender que tiene trabajo importante que hacer. —Keana me tiró un cojín
No le contesté solo para no ser grosera con ella.
Me levanté y me fui a otra habitación a descansar. Odiaba sentirme tan triste.
Tomé mi celular y llamé a Abel.
—Hey Lauren.
—Hey, ¿cómo estás?
—Pues bien, trabajando, ¿a qué se debe tu llamada?
Reímos.
—Necesito algo, deberían avisarme cuando tengan algo bueno.
—Esta noche, cada noche tenemos algo bueno chica, me insultas.
Nos reímos juntos.
—¿Los veo donde siempre?
—Donde siempre. —Abel repitió y corté
Arreglé una maleta pequeña, me despedí de las niñas, sabía que mamá las cuidaría bien, pero yo no podía estar sintiéndome así de mierda, de triste, de inútil, tenía que olvidarlo.
Cinco horas en el jet parecieron infinitas, sin embargo me bajé y el conductor me llevó al hotel de siempre.
Eran las seis de la tarde en Los Ángeles y yo ya estaba borracha en el cuarto de un hotel.
Vomité en el baño, me puse a llorar.
Estaba sola, hecha un desastre y Camila no estaba ahí para decirme que todo estaría bien, que no me preocupara y que yo realmente valía la pena, no estaba ahí para decirme que lo que dijera el resto no importaba porque ella me amaba, y que no le importaba que no fuera una cerebrito como ella, porque ella había decidido casarse conmigo por lo que tenía en el corazón.
Pero al parecer lo he arruinado todo.
Diez de la noche, hice parar un taxi, todo se veía borroso, entré al club, se veía oscuro debido a mis gafas, lo menos que quería era que alguien me viera aquí y en semejantes condiciones.
A lo lejos lo vi, con una botella de ron en la mano y un porro en la otra, solo llevaba pantalones y sus cabellos colgaban por su espalda.
Me acerqué y toqué su hombro, se giró y rió.
—¡Lauren! —Me puso un brazo alrededor el hombro—. Que sorpresa, no sabía que venias
—Moría por venir. —Nos sentamos en el sillón, la mesa estaba llena de vasos con alcohol a medio tomar, un cenicero lleno de cigarrillos y papelillos tirados.
El pidió más tragos para nosotros, además de reunir a los chicos para que vinieran a saludar. Ty no se le olvidaba ningún detalle.
Wiz enroló un par y nos dio para empezar aponernos a tono.
Definitivamente no sabía lo que hacía.
O tal vez si, pero ya no era consciente de nada.
—¿Y qué tal todo? —Ty se sentó a mi lado
¿Por qué no podía ponerse una camisa?
—Normal, creo —Solté el humo—. Mi esposa cumplió 22, mis niñas cumplieron su primer año, dieron su primer paso y dijeron mamá.
Zara se enterneció.
—Creo que todo ha estado normal, sino, no estaría aquí.
Todos reímos.
Me excusé para ir al baño.
Algo andaba mal, el porro no me hacía nada casi, tal vez necesitaba algo más fuerte para calmarme, para sentirme activa o tal vez relajada.
Yo solo quería no pensar, ni en mis ni en mis sentimientos ni en nada.
No quería ser Lauren, la chica llena de inseguridades, de miedos, de problemas. Quería ser una Lauren feliz, que no se preocupara de nada.
Apoyada en el lavabo y después de vomitar llamé a Jake.
¿Jake era su nombre? no lo recordaba, pero así lo tenía agendado.
—Hey, es Lauren
—¿Qué tal?
—No muy bien, necesito de lo tuyo.
El rió.
—Claro, tu ya sabes donde encontrarme.
—De acuerdo.
Sin que los chicos me vieran me hice camino hacia afuera, la música se oía fuerte, había gente simplemente fumando cigarrillos y conversando con un trago en la mano, nos encontramos una cuadra más allá, él venía en una camioneta enorme.
Nos adentramos nuevamente al club, en una sección VIP con clientes suyos, todos querían algo distinto. Creí escuchar algo como LSD y éxtasis, yo solo quería meth.
—Creí querías heroína.
—Da lo mismo, esta se inyecta también.
Estiré mi brazo y él la inyectó
Y no solo se inyectaba también, además se sentía bien.
Me fui hacia atrás, mi cabeza chocó con la muralla.
Escuchaba a gente gritar animada, lo único que supe es que luego yo estaba gritando y bailando con ellos, nadie conocía a nadie, solo estábamos pasando un buen rato.
También recordaba, efectivamente, que no dormía hace dos días.
Siete de marzo, Lauren no ha dormido nada y si una vez buscó algo para sentirse animada porque estaba muy, muy abajo. Lauren ahora está al punto del suicidio.
¿Por qué hablaba así?
La cosa es que estaba deprimida, muy deprimida, más que la primera vez.
Llamé a Jake, eran las doce y no había comido, pero no me importaba.
El hombre llegó vestido de traje, riendo y haciendo bromas.
—¿Qué se sirve, su majestad?
—La mierda que sea, algo que me ponga...feliz.
Le di un par de tragos más a la botella de ron que tenía y esperé.
Estaba tan borracha que ni siquiera sabía quien era yo. La cosa es que puso delante de mi una lámina metálica que contenía siete lineas blancas.
¿O eran tres? no lo sé, veía borroso.
—¿Y eso qué es?
Se rió.
—Polvitos mágicos que te pondrán muy contenta.
Me reí.
—¿Y como lo consumo?
—Oh, aquí tienes. —Me entregó un tubo, parecía una pajilla
Lo miré bien, era metálico.
—¿Y esto qué? —Tuve que levantar el tubo del suelo, lo había tirado
— Es polvo y lo respiras con esta cosa por tu nariz.
Asentí y eso fue lo que hice.
—
Sabía que Lauren era una chica bastante débil y manipulable, así que saqué provecho de eso sabía que estaría llamándome dentro de poco por más. Me daba lo mismo, sabía que tenía bastante dinero, así que si le daba de la buena iba a regresar a dejarme buenas cantidades de dinero.
Es decir, ese es mi trabajo.
—¿Te gustaría consumir LSD?
Lauren estaba tirada en el suelo, creo que no me oía.
Suspiré, le dejé un par de gramos, le saqué una buena cantidad de dinero de la mesa de noche. De todas maneras ella no lo notaría.
Miré antes de cerrar la puerta, estaba ahí, media muerta, vomitada.
Bueno, yo no la mandé a meterse en esa mierda.
Cerré la puerta y me fui a la fiesta.