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Mayo, 1979

Liú Tian era insistente, él lo sabía, tenía claro que la mejor definición de sí mismo era la de un cachorro con un hueso, un tanto agresivo y perseverante, paseando de aquí para allá su premio. Era su rasgo más característico, pero también su peor defecto, lo anterior dependiendo exclusivamente de la situación. Algunas veces lograba percatarse cuando su cualidad se convertía más bien en una molestia, pero no siempre era así. Por eso cuando el viernes Xiao Zhen tomó asiento a su lado en el abarrotado casino, y con voz pausada y dudosa le hizo ver que su terquedad estaba tocando un límite malo, el remordimiento le pesó en el pecho porque su cualidad tal vez se había vuelto un defecto.

Se quedó cuestionándose aquello el resto de la tarde, su pincel casi seco en su mano al ser incapaz de concentrarse. Al llegar la hora acordada con su amigo, con paso dudoso y lento, fue hasta la casa de Luan y golpeó. La puerta se abrió al segundo, lo que quería decir que Luan lo había estado esperando. Eso lo hizo sentir incluso peor.

—Hola, Lu —lo saludó.

Luan volteó el rostro hacia la casa y gritó una despedida rápida y seca, entonces la entrada se cerró tras él.

—Hola. ¿Vamos?

—Luan —lo detuvo cuando este comenzó a avanzar.

—¿Por dónde vamos? ¿Por la izquierda o derecha? Me gusta la izquierda, pero si insistes igual podemos ir por la derecha.

—Luan...

—O podemos tomar el autobús si quieres.

Luan por fin se detuvo bajo una farola que iluminaba su cabello oscuro. Sus brazos cayeron sin fuerza a los costados de su cuerpo.

—Tian, por favor... estoy intentando cambiar —susurró dolido. Con torpeza, abrió su abrigo para dejar entrever una camisa delgada de color negro que llevaba abierta hasta la clavícula—. Incluso me vestí así.

El remordimiento vino con más fuerza porque ¿hasta ese punto lo había presionado? ¿A incluso obligarlo a cambiar su forma de vestir para amoldarse a la suya?

—Lo siento —dijo Liú Tian, su labio inferior formando un puchero—. Lu, no tienes que ir. Solo estaba siendo rencoroso e idiota. Pero no tenemos que ir, no tienes que probarme nada ni tampoco cambiar tu forma de ser. Sé que intentas entender y eso es suficiente para mí. Solo necesito que me quieras como soy.

—Pero yo...

—Podemos ir a beber a otra parte, no hay problema con eso.

Luan se quedó observándolo todavía con la chaqueta entreabierta, su expresión continuaba siendo desconcertada.

—Pero... —su voz se perdió.

¿Por qué sentía que Luan estaba decepcionado?

Palpó con cuidado la situación por si se había equivocado.

—Pero podemos ir si todavía quieres.

Luan se movió con nerviosismo y cerró su chaqueta.

—Yo... —dudó, sus rodillas balanceándose—. Sí, sí. Quiero ir... yo... quiero conocer más de tu mundo. Quiero entender... no solo aceptarlo.

Liú Tian no se había equivocado. Conocía a su amigo más de lo que su amigo parecía conocerse, después de todo, él también había pasado por eso. Entendía cómo se veía de distorsionado el reflejo de uno mismo en el espejo, porque también estuvo ahí.

Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora