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Noviembre, 1978.

Si se tenía la suerte de Xiao Zhen y tocaba cursar una materia a primera hora de la mañana, mejor se llegaba con anticipación porque, cuando los relojes marcaban las ocho de la mañana, proveniente de los altavoces de la universidad, comenzaba a resonar una música que todo ciudadano conocía de memoria. Era una especie de marcha sin serlo, un ritmo marcado y cortante con un propósito clave.

Xiao Zhen había alcanzado a llegar al portón de ingreso de la universidad, cuando los altavoces resonaron en interferencia y comenzó la canción. A pesar de llevar unos años fuera del país, su cuerpo reaccionó de inmediato ante el recuerdo de más de una década de rutina. Mientras colgaba mejor su bolso en el hombro, alzó los brazos y comenzó con los ejercicios matutinos que eran obligatorios para escolares y universitarios. Si bien debía practicarlos detenido como el resto, aprovechó de avanzar de manera disimulada por el camino de entrada manteniendo el movimiento de brazos y de cintura.

Al llegar la música a su final, Xiao Zhen se puso a correr otra vez. Subió las escaleras de dos en dos. Tan distraído y apresurado iba por llegar pronto, que no notó que había ingresado al salón 4-A y no al 4-B.

—Lo siento, señor, yo-

Enmudeció de golpe al encontrarse frente a cinco estudiantes que pintaban un florero ubicado al centro de la estancia. Entre ellos, Liú Tian.

—Yo...

Se había vuelto a equivocar.

Alcanzó a balbucear una disculpa antes de cerrar la puerta en seco. ¿Por qué esos dos edificios debían ser idénticos?

Se alejaba por el pasillo cuando una puerta tras su espalda sonó al abrirse. Comprobó por sobre su hombro que Liú Tian se le acercaba limpiándose las manos manchadas en un delantal ahora de tela.

—Xiao Zhen —lo llamó—, espera.

Tomó aire y se giró sobre sus tobillos para enfrentarlo. Ese día, Liú Tian llevaba una camisa gris cerrada hasta arriba con una corbata roja.

—Hola, gege —saludó.

Liú Tian tarareó deteniéndose a poca distancia de él, parecía contento esa mañana.

—¿Otra vez Anatomía I? —cuestionó Liú Tian flexionando las rodillas y luego estirándolas. Xiao Zhen pudo comprobar que eran de la misma estatura, tal vez Liú Tian un centímetro más alto.

—Sí. —Tosió con incomodidad y un vacío de nervios en el estómago—. Gege, yo... verás... quince minutos y... atrasado.

Liú se reía mientras acariciaba su delantal manchado con pintura.

—¿Quisiste decir que vas quince minutos tarde a tu clase, Xiao Zhen?

—Sí —suspiró.

Liú Tian se quedó unos segundos observándolo y después acortó la distancia hasta que estuvieron a solo unos centímetros de separación, cada puerta cerrada en ese pasillo que ahora se sentía demasiado tranquilo y vacío.

—¿Gege?

En ese instante, la mano de Liú Tian fue detrás de la oreja de Xiao Zhen. Una pluma osciló entre esos dedos largos frente a sus ojos.

—¿Te peleaste con un ganso, didi*?

Se apresuró en quitarle la pluma y guardarla en el bolsillo de su pantalón. Se escuchó balbuceando algo sobre su almohada y se despidió. La mano de Liú Tian le apretó el hombro para evitar su huida.

Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora