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Marzo, 1979.

El cabello mojado de Liú Tian se había agrupado en mechones dispares, que dejaban entrever la punta de sus orejas y que se le pegaban en la frente. Estaba sentado en el suelo de la habitación con la espalda contra su cama. Entre sus piernas encogidas, se ubicaba una guía amarilla a la que le iba pasando páginas a medida que escaneaba con la mirada la hoja. Cuando Xiao Zhen lo escuchó soltar su quinto suspiro, dejó su propia toalla mojada colgando de una silla en el cuarto y fue hacia él. Tomó asiento a su lado, tan cerca de él que el olor de su cabello recién lavado se mezcló con el suyo.

—Déjame a mí, gege —pidió quitándole con suavidad la hoja arrugada y estirándola para revisar las calles que aparecían en la página amarilla.

Liú Tian dio otro suspiro largo y se recostó contra él, apoyando la mejilla contra su hombro.

—Es imposible encontrar la dirección —se quejó Liú Tian—. Yo considero esto como una clara señal del destino para que nos quedemos aquí, Carlitos. Tu gege quiere ser consentido por ti.

Xiao Zhen levantó su brazo libre para tocarle el cabello y apartárselo del rostro.

—Solo estás frustrado.

Liú Tian soltó un resoplido y se volvió a acomodar contra él.

—Cómo no estarlo, solo mira ese mapa ordinario que nos entregaron.

La atención de Xiao Zhen fue hacia la hoja blanca que le tendía Liú Tian. En el centro había un pobre dibujo que se suponía debía representar las calles principales del vecindario. Xiao Zhen solo lograba identificar el cilindro como una torre de almacenamiento de agua.

—¿Fue André quien hizo esto? —quiso saber, pasando otra página de la guía amarilla al comprobar que no estaba buscando en el distrito correcto.

—No, fue el monstruo de mi mejor amigo —refunfuñó Liú Tian, sus labios rozaban el hombro de Xiao Zhen al hablar—. ¿Se supone que debo medir su cariño con ese dibujo? Porque, si es así, creo que me odio bastante.

—Luan te quiere solo que...

—Es un monstruo de ser humano, lo sé.

Eso le sacó una sonrisa. Liú Tian le devolvió el gesto, dándole luego un beso juguetón en el hombro.

—¿Por qué no nos quedamos aquí, Charlitos? —insistió, ahora con su nariz curiosa rozándole la curva de su clavícula.

—No podemos quedarnos aquí, es el cumpleaños de André —respondió Xiao Zhen intentando ignorar la respiración cálida de Liú Tian contra su piel expuesta.

—Pero si ni siquiera me gusta André —protestó siendo consentido.

—Es tu amigo.

—Pero a mí me gusta más Carlitos.

Xiao Zhen tragó saliva y lo observó de reojo. Liú Tian había apoyado otra vez la mejilla en su hombro y lo miraba con una expresión linda en el rostro.

Liú Tian era lindo.

—He hecho cumpleaños a los que nadie ha asistido, gege, y no se siente bonito —explicó Xiao Zhen con calma.

Porque su realidad era que hace años sus amigos habían comenzado a reducirse, perdiendo finalmente todo el contacto con ellos cuando se había mudado a China. Nadie quería ser amigo del hijo del General Muerte, el temor de ofenderlo era superior a cualquier deseo por hablarle. Su única novia fue también su única amiga en China. Sin haber vivido ni visitado nunca el continente asiático, se sintió un extranjero todo el tiempo que estuvo ahí.

Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora