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Abril, 1979.

Nada más al salir de su ducha solitaria, Liú Tian lanzó la toalla húmeda hacia el escritorio quedando en ropa interior. Los ojos nerviosos de Xiao Zhen recorrieron su cuerpo y se sonrojó cuando Liú Tian posicionó los brazos sobre la cabeza, exagerando una pose para él. Luego, apagó la luz del cuarto y partió corriendo hacia el chico. Levantó las mantas y se metió en la cama. Se acomodó sobre Xiao Zhen con la nariz rozándole el cuello.

—Soy la mejor manta del mundo porque solo necesito besos y cariño para seguir existiendo —aseguró Liú Tian, sus manos tocando las costillas de Xiao Zhen mientras mantenía el rostro oculto en su cuello.

—No puedo quejarme.

Liú Tian soltó un bufido indignado y levantó la cabeza, la cama chirrió un tanto con aquel movimiento. Arrugando el entrecejo, se movió con más exageración sobre él.

—Mira, Xiao Zhen —dijo.

—Lo hago, gege.

Eso le sacó una sonrisa adorable.

—A mí no, bobo. Hablo figurativamente.

—Figurativamente hablando, ¿qué debo mirar?

—Que la cama cruje.

Pestañeó sin entender.

—Como la mayoría de las camas de madera, gege.

—Sí, lo sé —aceptó, enderezándose para sentarse en la entrepierna de Xiao Zhen, su expresión tan tranquila como si estuviese tomando el té a las cinco de la tarde—. Pero esta no debería crujir.

Xiao Zhen solo atinó a afirmarlo por los muslos a medida que las manos curiosas de Liú Tian viajaban desde su clavícula hasta su cadera. Le levantó la camiseta para hurgar bajo ella.

—¿No? —Xiao Zhen jadeó.

—No, porque podremos cerrar la puerta con miles de llaves, pero no existirá mentira astuta para darle a tu señor padre si un día llega antes de lo programado y escucha tu cama crujir.

Su atención fue del rostro expectante de Liú Tian al suelo.

—¿Quieres que durmamos en el piso?

Liú Tian puso los ojos en blanco.

—No es tan difícil de entender.

—No le sigo el hilo a tus pensamientos.

Eso lo complació, sus dedos todavía jugando bajo la camiseta de Xiao Zhen.

—Te derretí el cerebro, Carlitos bonito.

—Sí, pero ¿cuál era el punto al que querías llegar, gege?

—Ah, sí, cierto, lo que sucede es que tienes que clavar el cabezal a la pared.

—¿Estás hablando en serio?

—Súper en serio. Y lo otro es que necesitas comprarte revistas porno.

—¿Por qué?

Liú Tian se encogió de hombros como si estuviese hablando del clima.

—En el local que está cerca de la universidad venden las de Playboy, cómprate un par y guárdalas bajo el colchón.

Gege —Los dedos de Xiao Zhen se enterraron en los muslos desnudos de Liú Tian—, creía dejar en claro que solo me gustas tú.

Fue pura sonrisa egocéntrica.

—Mi Carlitos es súper gay, eso yo lo sé.

—¿Entonces?

Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora