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Noviembre, 1978.

Sentado con pereza en la galería ubicada frente a la cancha de básquetbol, Liú Tian observaba al chico escondido bajo la sombra de un árbol a unos metros. Tenía un cuaderno posado sobre las piernas y mordía un lápiz, ambas cosas visibles a pesar de la distancia.

Era Xiao Zhen, el chico de Anatomía I al que había descubierto la tarde anterior dibujándolo con trazos rápidos y elegantes. Debía ser un tanto más joven que el propia Liú Tian porque Xiao Zhen compartía clases con Luan en Anatomía I y esa materia no era ni la primera ni la segunda vez que la cursaba su amigo.

Le gustaba Xiao Zhen, aunque más que gustarle, le daba curiosidad. Esa curiosidad de observarlo y preguntarse si sería ese tipo de alguien como el mismo Liú Tian: una copia de la décalcomanie más que la original. Aunque eso era algo difícil de saber, el chico reaccionaba con pudor y timidez a sus obvias provocaciones, por lo que no lograba entender si había algún interés bajo tanto nerviosismo.

Sin embargo, estaba el dibujo.

Y debía significar algo.

Tal vez...

Se estiró con indolencia y se puso de pie. Partió hacia Xiao Zhen con el bolso colgando de su mano, este casi rozando el suelo. El ruido de sus zapatos fue aplacado con el mullido colchón de césped hasta que estuvo detenido otra vez frente a él. Se colocó de cuclillas y tiró su maleta a un lado. Posicionó ambas manos unidas bajo su barbilla.

—Hola, Xiao Zhen —lo saludó.

El lápiz grafito, esta vez, quedó apresado entre los dedos agarrotados de Xiao Zhen. Sus orejas tomaron una coloración roja y su mirada brillante era avergonzada al encontrarse con la suya. A Liú Tian le encantaban los hombres tímidos. Más específicamente, los hombres y ya está.

—Hola, Liú Tian —respondió.

Gege —lo corrigió con amabilidad—. Soy mayor, recuerda.

—L-lo siento, gege —tartamudeó un poco.

Era adorable.

Liú Tian quería comérselo.

O que Xiao Zhen se lo comiera.

O que ambos se devoraran.

Las tres opciones eran aceptables, principalmente la segunda, muchas gracias.

Dio un suspiro.

Si tan solo las cosas fuesen un poco más fáciles... pero no lo eran y eso Liú Tian debía recordárselo para ser más precavido. Aunque nadie lo iba a condenar por coquetear un poco con ese chico, Xiao Zhen no parecía ser el tipo de persona que fuese a gritar que otro hombre le hablaba bonito. Después de todo, para esa sociedad del 78, eso también podía ser considerado como una conducta promiscua por haber tentado.

—Por cierto, Xiao Zhen, ¿ese día lograste encontrar tu salón?

El lápiz grafito jugó entre los dedos del chico, el cuaderno apegado contra su pecho. Una lástima, a Liú Tian le habría gustado sorprenderlo otra vez dibujándolo. O tal vez podría pedírselo... sin ropa, una clase de anatomía, solo por la ciencia y los estudios.

Se regañó mentalmente. Estaba comportándose como un idiota. Debía recordarse que Emma seguía en su vida.

—Sí, gege —respondió Xiao Zhen en voz baja. Guardó silencio unos instantes como si estuviese buscando valor antes de continuar—. Por cierto, ese día en la cancha estabas con un compañero mío de clases llamado Luan... ¿lo conoces?

—Es un chico encantadoramente molestoso y con una terrible fijación por dibujar penes.

Por qué será, se burló Liú Tian para sus adentros.

Xiao Zhen sonrió, Liú Tian notó que tenía un lunar a un costado del tabique de su nariz. Sus dedos jugaron con las hojas de su cuaderno y lo volteó, dejando al descubierto un enorme pene dibujado sobre sus notas.

—Lo hizo el primer día que nos conocimos.

Liú Tian alzó las cejas.

—Vaya, debe ser un poco difícil leer tus notas con tanta distracción —bromeó Liú Tian al pendiente de su reacción.

Xiao Zhen frunció el ceño.

—Sí, corrió la tinta en algunas partes y ya no alcanzo a leer bien —admitió el chico.

O era un inocente a sus obvias dobles intenciones o tal vez solo un heterosexual que no veía sus dobles intenciones. ¿Calcomanía o decalcomanía? Tan difícil siempre de saberlo.

—El tema, Xiao Zhen —continuó—, es que son las doce y media del día y mi amigo Luan está en Anatomía I. ¿Por qué tú no estás con él?

El pánico brilló en su expresión. Lo vio moverse y comprobar la hora en su reloj.

—Pero si son las once y media —cuestionó.

Liú Tian dio un largo suspiro.

¿Se lo podía pedir envuelto para llevar, por favor?

—Eres lindo.

—¿Mm?

—Tu reloj está retrasado una hora, el saludo a la bandera ya fue.

Los siguientes segundos fueron de un apresurado Xiao Zhen agarrando sus cosas dispersar en el suelo y tirándolo todo dentro del bolso de cuero a su lado. Su despedida fue rápida y seca.

—Adiós, gege.

—Adiós, lindo.

Solo que Xiao Zhen no alcanzó a oírlo.

O eso Liú Tian creyó.

O eso Liú Tian creyó

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Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora