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Enero, 1979.

Liú Tian pesaba menos de lo que aparentaba. Sus largas piernas caían sin fuerzas por la cintura de Xiao Zhen siendo sostenido por sus tobillos cruzados. Su aliento, en tanto, le hacía cosquillas en el cuello al mantener apoyada la mejilla contra su hombro. Sus brazos sueltos le rodeaban el cuello, meciéndose frente suyo al son de la caminata.

El trayecto fue más corto de lo esperado. Xiao Zhen apenas jadeada de cansancio cuando llegaron hasta la residencia donde Liú Tian vivía. Se detuvo frente la puerta cerrada.

Gege —lo llamó.

No tuvo respuesta. Le apretó los muslos con las manos, sus dedos enterrándose en el músculo.

Gege, ¿dónde tienes tus llaves?

Liú Tian se movió contra él. La hebilla del pantalón se le clavó en la espalda, la punta de su nariz le rozó la piel.

—Liú Tian, tus llaves —insistió.

Creyó oírlo balbucear un escueto «bolsillo». Su respuesta lo dejó con el mismo aprieto, porque los brazos los tenía ocupados sosteniendo a Liú Tian.

Dio un suspiro y se inclinó para sostenerlo solo con la espalda. Intentó llevar una mano al bolsillo de Liú Tian, pero el chico comenzó a resbalar por su espalda. Xiao Zhen lo aferró otra vez por los muslos.

Siendo más astuto esta vez, se apoyó de espaldas contra la pared de la residencia para lograr sostener a Liú Tian. Con cuidado, liberó un brazo y esperó: Liú Tian continuó respirándole en el cuello con la hebilla del pantalón enterrándosele en los riñones. Entonces, sus dedos subieron por el muslo de Liú Tian hasta que sus uñas rozaron el borde del pantalón en búsqueda de un bulto que...

Apartó la mano como si se hubiese electrocutado. El estómago le dio una voltereta. Sí, él definitivamente no iba a arriesgarse, mejor golpeaba la puerta hasta despertar a la dueña.

Sosteniendo otra vez los muslos de Liú Tian para evitar su caída, se acercó a la entrada y clavó el codo en la madera, después la punta del pie y otra vez el codo. Tiró otra vez de Liú Tian para acomodarlo mejor contra su espalda. Lo escuchó quejarse contra su oído, su aliento acariciándole la piel sensible del cuello.

Tragó saliva.

Xiao Zhen levantaba el pie nuevamente para golpear cuando la puerta se abrió. La señora Flor, con tubos en el pelo y una malla sobre ellos, los observó con expresión molesta.

—Está ebrio —explicó Xiao Zhen moviendo el hombro para que la cabeza de Liú Tian se alzara—. Lo siento mucho.

—Es viernes.

Como si aquella observación fuese una gran respuesta, la señora Flor le permitió ingresar. Una vez en el pasillo, la señora Flor le abrió la puerta del cuarto de Liú Tian. Xiao Zhen se quedó en medio de aquel desorden, la cama estaba repleta de ropa y cosas. Un huracán había pasado por ahí.

—Déjalo y fuera —ordenó la mujer.

Xiao Zhen se removió, apretó sin querer los muslos de Liú Tian con algo más de fuerza. El chico soltó una queja en protesta. Tragó saliva.

—Está ebrio —repitió.

—Como la mayoría de los viernes.

—Y está herido —siguió. Apuntó con la barbilla el tobillo hinchado de Liú Tian que había quedado al descubierto al recogérsele el pantalón.

—Cinco minutos —autorizó la señora Flor cerrando la puerta tras su salida.

El silencio se apoderó del cuarto pequeño, el aliento de Liú Tian seguía haciéndole cosquillas en el cuello. Xiao Zhen giró en redondo y se quitó un zapato para apartar con el pie la ropa de la cama y la tiró por un costado. A continuación, se quitó el otro zapato y se inclinó con cuidado para dejar a Liú Tian sobre el colchón. Pero Liú Tian reaccionó de inmediato y se sujetó a él por el cuello, estrechando también las piernas en su cintura. Entonces, Xiao Zhen sintió contra su costado algo más que una hebilla.

Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora