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Mayo, 1977.

Liú Tian no fue siempre moderado y un experto en ocultar sus opiniones políticas a gente que no perteneciese a su círculo de confianza. Llevando solo unos meses en la capital y proveniente de un pueblo pequeño, cuya actividad principal era la viticultura, Liú Tian no tenía idea sobre guardar silencio, sobre todo cuando aquello involucraba de alguna forma lo que él consideraba una injusticia social. Por eso, tuvo que inmiscuirse en la conversación que estaban teniendo dos universitarios sobre lo bien que el «presidente» lideraba el país y lo económicamente rentable que estaban siendo las industrias gracias a él.

Levantando su mirada del bosquejo que estaba realizando para su clase de Artes II, dejó caer su lápiz y giró hacia ellos en el asiento, las conversaciones del resto rodeándolos. Estaban en la hora de almuerzo.

—Por supuesto que él es un excelente «presidente» —expresó con ironía—, es tan buen presidente que tuvo que alargar su tiempo en el poder y autoproclamarse como uno a través de un golpe de estado. Así que sí, claramente es más importante la economía del país que vivir en un país libre.

Cuando ellos se volteaban para enfrentarse a ese estudiante de artes que mantenía una mancha de pintura roja en la mejilla izquierda, un chico tropezó con la mesa de ellos y su bandeja cayó al suelo con un estruendo horrible. El cambio de ambiente dado por la pelea sin sentido que ese universitario comenzó con los otros dos idiotas en su mesa, hizo reaccionar a Liú Tian y guardar sus cosas con rapidez. Su mirada se cruzó solo medio segundo con el desconocido de la bandeja, que ahora les estaba obligando a los dos hombres a pagarle un almuerzo nuevo a pesar de que él había tropezado con ellos.

A las horas volvió a encontrárselo. Liú Tian estaba en el aula acondicionada para los estudiantes de artes, intentando terminar un cuadro que debió entregar el pasado día, cuando la puerta se abrió y cerró con la misma rapidez. Y avanzando con decisión hacia Liú Tian, estaba el mismo chico de la bandeja.

—¿Eres idiota? —le cuestionó nada más frenar a su lado.

El pincel de Liú Tian quedó alzado en el aire, una gota de pintura morada cayó sobre su pantalón. Lo observó unos instantes y después a la entrada.

—Nunca me habían insultado de manera tan gratuita.

El chico dio un suspiro.

—Claramente eres idiota.

Dejó el pincel sobre la mesa y se limpió las manos en el delantal.

—¿Nos conocemos?

—No.

—Entonces creo que te estás confundiendo de persona —insistió Liú Tian.

El desconocido se cruzó de brazos, su cadera apoyada contra la mesa de madera a su lado.

—No, no estoy confundido, solo vine a comprobar si a tu cabeza le faltaba un tornillo o qué. Porque solo un idiota daría su opinión política contra una dictadura viviendo precisamente en una dictadura, ¿es que no tienes noción de lo que podría pasarte si oídos equivocados te escuchan?

Recordó a los temporeros en los campos escupiendo al suelo mientras hablaban mal del presidente actual. Pero también recordó a su padre sangrando en la mitad de su sala de estar.

—Eh, ¿creo?

—¿Vivías en el campo o qué?

—De hecho, sí —puntualizó Liú Tian.

—Ustedes los campesinos son los peores.

Debió sentirse ofendido. Por alguna razón, sentía que el chico no lo había dicho con una intensión de menospreciar. Por lo que aceptó el apretón de mano.

—Mi nombre es Luan.

—Liú Tian —se presentó estrechando su palma pequeña.

—Liú Tian —repitió asintiendo despacio—, ¿eso es chino?

—Mi familia es migrante.

Luan se quedó observándolo con atención, parecía analizarlo con la mirada.

—Bueno, de todas formas tú siempre tendrás problemas. —Sin entender a lo que se refería, se quedó a la espera mientras Luan se metía las manos a los bolsillos del pantalón y continuaba—. En fin, ¿te gustaría asistir mañana a una reunión especial?

—¿Qué clase de reunión?

Recibió una sonrisa que le hizo pensar que Luan era un chico apuesto.

—Te contaré si me compras un jugo de manzana.

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Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora