1: 24

25K 5.4K 10.6K
                                    

24

Enero, 1979.

Cuando su padre le preguntó el jueves por la mañana si Liú Tian asistiría o no a la cena, lo hizo por mera cordialidad.

—Le dije a Julián que preparase pato pekinés para la cena —dijo antes de marcharse—. Espero sea de su agrado.

Xiao Zhen también lo esperaba.

Al llegar a la universidad ese día, lo buscó en los pocos lugares donde se habían encontrado antes. Considerando el tamaño del recinto, no fue sorpresa cuando terminó yendo por segunda vez a la cancha de basquetbol sin algún rastro de dónde podría encontrarlo. Por fortuna, rebotando la pelota con aburrimiento, se encontró a Luan. Se le acercó antes de que lo notase y decidiera marcharse solo porque ese chico era así.

—Luan, hola, me preguntaba si podrías ayudarme con algo.

—Negativo y adiós.

Ya comenzaba...

—Solo quiero preguntarte si sabes algo de Liú Tian. —Luan pasó corriendo por su lado hacia el otro lado de la cancha—. Oye, te estoy hablando.

La pelota se estrelló contra el tablero y se fue lejos.

—Te escuché y decidí no responderte.

—¿Pero por qué?

—¿Pero por qué? —lo imitó Luan con voz aguda—. ¿Eres mi mamá?

—¿Qué? Por supuesto que no.

La sonrisa de Luan se veía demasiado tirante en su rostro.

—Entonces, no te debo explicaciones.

—Pero...

—Y que sepas que solo le tengo miedo a mi mamá, porque esa señora y su sandalia dan miedo.

Xiao Zhen dejó caer los hombros en expresión cansada.

—¿Por qué eres así conmigo?

Luan se rascó detrás de la oreja. A Zhen le pareció más que nunca un perro callejero mal domesticado. Como se quedó sin respuesta, Luan se limitó a arrojarle el balón a la cara. Xiao Zhen logró golpear la pelota a último instante.

—¡¿Qué te hice ahora?! —reclamó.

—Existir.

Como si no hubiese hecho nada malo, Luan fue detrás del balón. Lo siguió tras suspirar.

—¿Realmente no me dirás dónde está Tian?

Luan estiró la mano.

—Diez billetes de la señora fea.

—¿Qué?

—Dame diez billetes y te digo.

—Pero, Luan...

—Ahora son quince. No quieres que te pida dos señores con boina.

Apretando los dientes, Xiao Zhen sacó los billetes de su bolsillo y se los entregó. Luan tuvo el descaro de contarlos.

—Bien, ¿podrías contarme ahora qué te dijo?

—Ah, sí. —Asintió con aire distraído guardándose los billetes en el pantalón—. Me dijo que no te dijera dónde estaba si venías a preguntar por él.

¿Entonces sí se estaba escondiendo de él?

—Pero, Luan...

—Pero puedo traicionarlo por treinta.

Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora