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Febrero, 1979.

La habitación de Xiao Zhen era grande y vacía. Había un escritorio contra la pared, un librero repleto y una cama pequeña, nada más. No había decoración, ni cuadros, ni siquiera una lámpara bonita de noche que le diese dimensión y calidez a aquel cuarto. Era como un cascarón triste y vacío, carente de sentimiento. Liú Tian se moría por llevar sus pinceles y pinturas y darle algo de vida, dibujarle un gran mural de múltiples colores que lo hiciese comprender de que no tenía que por qué ser esa fachada tímida y reprimida impuesta por su padre.

Deseaba hacerle ver lo hermosa que podía ser la vida cuando se vivía. Y Xiao Zhen no lo hacía. Se parecía demasiado al Liú Tian de diecisiete años que intentaba ocultar su homosexualidad en un pueblo donde todos se conocían, convirtiéndose en una persona carente de personalidad al perderse a sí mismo.

Xiao Zhen se sentía como el Liú Tian del pasado.

Reprimido.

Y tal vez solo e incomprendido.

Girándose en esa cama que aún compartían, apoyó la mano bajo su mejilla mientras sentía el escozor horrible y doloroso en sus costillas y pierna, a pesar de que Xiao Zhen ya le había dado un analgésico para que amenguase el sufrimiento.

—Carlitos —susurró, su cabeza yendo hacia adelante para bajar todavía más su voz—, ¿por qué tu habitación no tiene nada tuyo?

El desconcierto brilló en su mirada. Xiao Zhen se movió contra la almohada para ganar distancia. Sus ojos ahora recorrieron las paredes blancas y desnudas del cuarto al escritorio vacío y por ese librero que no contenía ninguna novela de su gusto personal. Ninguna historieta regada por ahí, nada que identificase a ese sitio como la guarida de un adolescente.

—Me gusta el orden —finalmente respondió.

—Una cosa es el orden y el gusto por lo minimalista, pero aquí nada te representa, nada en ese cuarto dice Carlitos, solo Charles.

Xiao Zhen se quedó desorientado unos segundos, totalmente perdido ante una simple pregunta que debía tener otra simple respuesta.

—Está mi ropa —balbuceó tras un rato.

—No tienes nada en tu escritorio, nada en las paredes, nada en tu mesita de noche. Las mantas de la cama son oscuras y los libros que tienes son de política y estrategia militar. ¿Dónde están tus historietas de Marvel? Me dijiste que te gustaba Iron Man, ¿dónde están entonces tus cómics?

Los párpados de Xiao Zhen bajaron para ocultar su mirada. Liú Tian quería acurrucarse contra él y besarlo, decirle que entendía su confusión, su manera desapegada de ver el mundo porque, tal vez, estaba perdido dentro de sí mismo ante su intento desesperado por cumplir las órdenes de un padre represivo.

—Los leo en una tienda del centro —confesó.

—¿Y nunca te has comprado uno?

—A mi padre no le gustan los superhéroes.

—A mí me parecen fascinantes —aseguró Liú Tian con una sonrisa amable—. En mi casa coleccionaba las historietas de Tales of suspense. Y tengo el número treinta y nueve.

El chico se vio sorprendido, Tian quería premiarse por eso.

—¿Es la primera...?

—Sí, es el primer tomo en donde aparece tu héroe Iron Man. —Sacando una mano de entre las mantas, peinó los cabellos de Xiao Zhen que caían por su frente de la misma forma que Xiao Zhen lo hizo con él la noche anterior—. Cuando vaya a visitar a mi familia, te lo traeré de regalo.

Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora