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Enero, 1979.

Por supuesto que Xiao Zhen mintió. Lo que al principio nació como una distorsión ligera de la realidad, se convirtió en casi una nueva historia gracias a Liú Tian y a su propio error por no haber coordinado la mentira antes. Pero se supone que la cena sería incómoda y silenciosa, pensó observando a Liú Tian hablar como un loco y a su padre respondiéndole con voz ligera. Nunca se imaginó que aquello iba a ocurrir. Nunca, su padre odiaba conversar, principalmente con alguien que consideraba intelectualmente inferior. Por eso nunca hablaba con él.

—Y entonces Carlitos se quedó en el furgón y yo partí corriendo, señor Gautier, así corriendo con toda mi velocidad hacia esos militares y pah, les di así, una patada con toda mi potencia en la espalda. Y así delgadito como me ve, señor Gautier, logré enfrentarme a dos mastodontes para salvar a Carlitos. Héroe, me llamarían algunos. Un verdadero héroe.

—Charles no me contó todos esos detalles —reveló su padre. Observaba a Liú Tian como si fuese insecto al que no sabía si aplastar o espantar.

—Es que Carlitos es muy orgulloso —respondió Liú Tian asintiendo con aire feliz.

—Charles —puntualizó su padre.

Era una clara indirecta hacia Liú Tian para que dejase de llamarlo Carlitos, como si fuesen amigos desde la infancia y no solo dos conocidos que se encontraban de vez en cuando en la universidad.

—Sí, eso mismito dije, señor, Carlitos es muy orgulloso —reiteró Tian sin entender.

Xiao Zhen le dio un golpe por debajo de la mesa. Liú Tian jadeó con sorpresa a la vez que se llevaba un pedazo de carne a la boca. Xiao Zhen lo fulminó con la mirada al notar su expresión de pánico. Lo vio tragar con dificultad y sonreír de manera nerviosa, el pato pekinés que su padre había solicitado cocinar como plato principal, seguía intacto. Xiao Zhen estaba seguro de que incluso Liú Tian evitaba mirar al ave.

—Lo siento, los idiomas son un caos en mi cabeza —fue la pobre excusa de Liú Tian—. Charles y Carlitos suenan igual para mí, mi cerebro los traduce de manera inconsciente. Es el defecto de las personas bilingües como yo, pero qué se le va a hacer, solo vivir con ello. —Y para empeorar la situación, Liú Tian se enderezó en la mesa y continuó—. Wǎn shàng hǎo.

¿Había dicho «buenas noches»?

Se le quedó mirando sin entender. Liú Tian abrió los ojos con expresión desconcertada.

—Dije «lo siento» —explicó el chico.

Liú Tian le había advertido que su mandarín era bastante mediocre, pero Xiao Zhen jamás imaginó que a tal magnitud. Iba a corregirle cuando notó la expresión tensa de su padre. Alcanzó a hacerle un gesto de negación a Liú Tian para que no siguiese por ese rumbo.

En la casa Gautier estaban prohibida muchas cosas, la principal de ellas era todo lo relacionado con su ascendencia china. Porque el General Gautier nunca imaginó que casarse con una hermosa mujer china, no le traería halagos y buenos deseos, sino que censura y miradas de desprecio. Y al darse cuenta de aquello, intentó cubrir el sol con un dedo.

Primero instó a que su mujer hablase solo en español.

Luego la encerró en esa casa que le dio como obsequio.

Y cuando ella comenzó a enfermar, la envió de regreso a China y se nombró viudo mucho antes de que realmente lo fuese.

Tras toser y observarlo con las cejas interrogantes, Liú Tian se giró hacia su padre y continuó con su monólogo.

Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora