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Marzo, 1966.

Todavía no cumplía los diez años cuando su padre llegó siendo cargado por dos compañeros de la fábrica de conservas. Tenía un golpe en la cabeza por la cual emanaba sangre, aquellos hilos rojos manchaban su rostro y borde de la camisa antes blanca. Su madre, que había estado pelando apio para el almuerzo, dejó caer la rama al suelo. La escuchó gritar, luego corrió hacia ellos para ayudar a cargar a su marido. Asustado, Liú Tian solo pudo quedarse en la entrada de la casa afirmando el brazo de Liú Inari, su hermano pequeño. No entendía lo que estaba ocurriendo, pero sí sabía que era algo grave. Algo muy grave.

Cuando logró reaccionar y los sonidos de gritos de su abuela y madre dejaron de ser un zumbido de fondo, notó que Inari se había orinado en sus pantalones.

—¿Gege, papá va a morir? —preguntó con voz temblorosa. Su hermano lloraba tanto que sus rodillas regordetas temblaban.

—No lo sé, didi.

Todavía afirmado a la mano regordeta de Inari, Tian intentó abrir la puerta de la entrada. Se encontraba cerrada con llave, así que se escabulló hacia una ventana. Dentro se podía oír el movimiento apresurado de sus abuelos y su madre, buscaban tela, hervían agua, su abuela desinfectaba una aguja directo en el fuego. Su padre, en tanto, estaba recostado en el centro de la casa. Su frente sangraba tanto que había formado una mancha roja en el cemento, mancha que no desaparecería jamás por mucho que su abuela fregase el suelo con una escobilla y lejía.

Su abuelo salió a la hora a verlos. Llevaba una bandeja con los dumplings que su abuela había preparado el día anterior.

—Coman, la hora de almuerzo ya pasó —les dijo.

Inari fue el primero en escoger un bocado y llevárselo a la boca, mascó con las mejillas infladas por la comida. Liú Tian quiso preguntar lo que había ocurrido, pero no pudo, el dumpling se encontraba deformado en sus manos al jugar con él.

—Su padre estará bien —lo consoló su abuelo revolviéndole el cabello.

Liú Tian no lo creía así, porque ahora su abuela estaba gritando en mandarín y su madre lloraba desesperada. Su abuelo decidió llevárselos lejos a medida que los gritos aumentaban. Habían avanzado un par de pasos cuando Liú Tian oyó por primera vez aquella palabra:

«Oposición».

A su padre lo habían acusado ser de una «oposición».

No regresaron a casa hasta muy avanzada la noche, Inari dormía en los brazos de su abuelo. La mancha roja en el suelo se había tornado carmesí y la puerta del cuarto de sus padres se encontraba cerrada. Tras acostarse, su abuelo le llevó una infusión. Olía tan fuerte que le picó la nariz. Era el tipo de brebaje que le preparaba su abuela cuando no podía dormir.

No volvió a oír esa palabra hasta dos semanas después. Su padre estaba recostado en el sofá con la radio encendida a su lado. Aún llevaba vendas en la cabeza y su lado derecho del cuerpo se había vuelto torpe. Liú Tian había oído a su madre llorar por eso. Él solo entendía que su padre nunca más podría regresar a trabajar en la fábrica ni tampoco ser productivo en el campo, por lo que cada día había menos comida en la mesa.

Fue entonces que la música se cortó y una voz grave y apresurada habló.

A continuación, el líder de los trabajadores del país hace un llamado a todos los trabajadores para hacer ocupación inmediata de todos los puestos de trabajo en fábricas, industrias, empresas. Se debe organizar la resistencia de los trabajadores, debemos defender la democracia de este país. Somos parte de la oposición, somos la resistencia.

El silencio fue denso y pesado al finalizar la transmisión, incluso su abuela había dejado de cocinar para ir con ellos. Tras otro sonido fuerte de interferencia, regresó a la transmisión una nueva voz que era mucho más tranquila que la anterior.

Damos lectura de las instrucciones de la junta militar del gobierno en lo referido a las estaciones de radio difusión y canales de televisión. Todas las estaciones de radio difusión y televisión deben de inmediato silenciar hasta nuevo aviso la totalidad de sus transmisiones. El país seguirá siendo informado por radio difusión de la junta militar. Se les comunica categóricamente que, de no silenciar sus transmisiones, se dispondrá su neutralización mediante el empleo de fuerzas militares, haciendo responsable a sus propietarios, gerente y empleados administrativos. La junta militar espera no tener que recurrir a estas medidas. Todas las personas que estén ofreciendo resistencia al gobierno, deberán atenerse a las consecuencias. Caso contrario, la junta militar atacará con todas sus fuerzas para cuidar y proteger al presidente. La nueva junta militar no busca destruir, pero, si la resistencia a las órdenes produce alteración al orden público, serán catalogados como «opositores» y serán neutralizados.

La radio cayó al piso con fuerza cuando su padre intentó alcanzarla. A pesar del golpe, siguió transmitiendo. Su abuela pidió que la apagaran, su madre fue más rápida y la alcanzó para cambiar de frecuencia.

Esta radio no cederá a la proclamación de la junta militar y rechaza detener sus transmisiones —anunciaba el interlocutor, su voz a la vez temblorosa pero también decidida—. Se informa que, desde las diez con trece minutos de esta mañana, se ha proclamado una junta militar comandada por el general de las fuerzas armadas, el cual busca que el actual presidente permanezca en el poder por tiempo indefinido. No lo aceptaremos. Transmitiremos como la «oposición» hasta que seamos silenciados. Si luchamos juntos, lograremos vencer. ¡No nos rendiremos!

Liú Tian no entendió el llanto desesperado de su papá hasta mucho tiempo después. Y cuando lo hizo, tal vez era demasiado tarde para cambiar algo que se convirtió en una rutina.


Si recomiendan décalcomanie como lectura, les prometo que Liú Tian llega vivo y feliz a febrero del 79 🤭

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Si recomiendan décalcomanie como lectura, les prometo que Liú Tian llega vivo y feliz a febrero del 79 🤭

Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora