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Marzo, 1979.

Los zapatos mal puestos de Liú Tian iban resonando a medida que avanzaban por la vacía calle de camino a casa de André. El chico llevaba un pantalón que le había robado a Xiao Zhen, por lo que sus calcetines de rombos quedaban visibles al caminar. Ambos iban sumidos en ese silencio que ya se había prolongado por demasiado tiempo, porque Xiao Zhen era simplemente incapaz de olvidar las palabras de Liú Tian. Porque, por mucho que quiso rebatirle y decirle que él no sería «solo Charles» en ese futuro lejano, no pudo. Y es que muy dentro de él, Xiao Zhen sabía que solo sería eso, al finalizar el día solo sería Charles.

Y eso lo hizo sentir patético.

—Es aquí —anunció Liú Tian sacándolo de sus pensamientos—. Toca la puerta, por favor.

—Es tu amigo, gege.

Liú Tian lo observaba con expresión algo culpable.

—Y espero que pronto sean tus amigos también. Toca la puerta sin miedo.

Miedo.

Xiao Zhen parecía definido por esa palabra.

Dudó un instante y golpeó con los nudillos. A los pocos segundos la puerta se abrió una rendija dejando entrever a Luan, que clavó su mirada aburrida en Xiao Zhen.

—Hola, Lu...

Luan le había cerrado la puerta en la cara.

Tian no se veía contento con eso.

—No te lo tomes como algo personal —le aconsejó Liú Tian, sus nudillos marcando un ritmo constante contra la madera—. Él es así, solo un pobre salvaje perdido en un mundo civilizado.

—Civilizado o no, sigue odiándome.

Como la entrada continuaba cerrada, Liú Tian golpeó con más fuerza.

—Ey, Luan, soy Tian. ¡Abre! —gritó con la palma a un costado de la boca.

La puerta volvió a abrirse dejando visible parte de un ojo que comprobó a Liú Tian.

—¿Un salvaje? —cuestionó Luan.

—Nos cerraste la puerta en la cara —reprendió Liú Tian—, ¿qué otra cosa esperas que diga de ti?

—A ti no te cerré la puerta —debatió Luan sin inmutarse.

Lu —gruñó Liú Tian.

—¿Qué? —se defendió—. Obvio le iba a cerrar la puerta en la cara, si yo no lo invité.

—Lo hice yo, Lu.

—¿Y por qué?

—Porque sí.

—Es que a ti siempre te ha gustado hacer caridad.

—¿Puedes terminarla con tus celos?

Luan se cruzó de brazos.

—¿Quién te dice que estoy celoso?

—Tu forma grosera de hablar. Si sigues así, voy a pensar que estás enamorado de mí. O de Xiao Zhen.

—No digas ridiculeces. Ustedes son hombres.

Liú Tian le dio a Xiao Zhen una mirada muy poco disimulada que decidió ignorar para no empeorar el asunto.

—Solo déjanos pasar, Lu —pidió finalmente Liú Tian cansado.

Aquel apelativo cariñoso hizo ceder a Luan, porque se apartó de la entrada y los dejó entrar, Liú Tian tirando de él para que no se quedase afuera.

Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora