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Mayo, 1979

Irina lo acorraló en la biblioteca solo dos semanas después de abandonar la Organización. Era una mujer alta, que incluso se veía más imponente por su caminar seguro y su barbilla siempre alzada. Era la representación del poder mismo. Porque lo tenía, también porque se lo había ganado. Así que intentó verse tranquilo cuando notó por el rabillo del ojo que tomaba asiento a su lado. Continuó leyendo su libro como si no la hubiese notado. Ella no comenzó a hablar hasta que se aseguró que estaban solos en ese rincón.

—Tian, tenemos que hablar.

Pasó una hoja de la novela sin inmutarse.

—¿En serio? Porque tú y yo no somos amigos y tampoco compañeros.

Pero ella no contestó y a Liú Tian los nervios empezaban a comerlo por dentro. Tras un rato, se recordó pasar otra hoja.

—Sabes por qué estoy aquí —dijo ella finalmente.

—¿Lo sé? —cuestionó. Levantó la mirada hacia Irina. Como andaba con lentes de lectura, su rostro se vio borroso y mal enfocado—. Creo que mi subconsciente es brillante... una pena que esa inteligencia no llegue al lado consciente.

—Deja tus bromas, esto es serio.

Dejó el libro en la mesa y se subió los anteojos.

—Bien, habla. ¿Qué necesitas?

—Necesito que me des más información.

No dijo nombre, pero Liú Tian sabía perfectamente a quién se refería.

—Te conté todo lo que sabía.

Irina bufó.

—Las chicas dicen que te han visto con él en la universidad. Lo que me contaste, no es toda la información que sabes.

—Pues denúnciame —la desafío—, porque no sé nada más.

—Tal vez no sepas más, pero debes haber sacado conclusiones de lo que viste y averiguaste.

—¿Quieres que te dé mis conclusiones? No tengo problemas con hacerlo. —Sonrió ante la expresión ansiosa de la chica—. Pero no creo que te convenga entregar «información» que corresponden a meras especulaciones. Porque las especulaciones, querida Irina, tiene un gran porcentaje de error. ¿Y quieres equivocarte con ellos?

—Tian —se quejó ella—, si no me dices, entonces yo...

—Entonces tú, ¿qué?

No obstante, no agregó nada más.

Liú Tian guardó el libro en su bolso y se puso de pie. Posicionó su brazo a un costado de ella.

—Yo ya no pertenezco a la Organización. Y como tus informantes bien te contaron, por alguna razón es que se me ve con él por la universidad. No vuelvas a amenazarme o sino seré yo el que hará algo.

Cuando salió de la biblioteca, fingió no ver a Xiao Zhen esperándolo a unos metros. Se escapó de él porque se sentía enfermo, enfermo porque Xiao Zhen confiaba en él.

Y Liú Tian le había mentido mucho.

Mucho, mucho.

Y él no se lo perdonaría jamás.

Y él no se lo perdonaría jamás

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Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora