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Febrero, 1979.

Se quitó la bata de noche y lo cubrió con ella, estrechándola en el cuello para arroparlo hasta la barbilla. Los hilos de sangre bajaban por la pierna izquierda de Liú Tian y cojeaba. Su rostro además se encontraba manchado, exceptuando dos hilos limpios debido a sus lágrimas. También parecía tener problemas en los oídos, mantenía la cabeza ladeada como si hubiese perdido la orientación de su oído medio. Y cuando Xiao Zhen tiró de su mano y lo sujetó por la cintura para ayudarlo a caminar, Liú Tian jadeó en dolor y se apartó, casi cayéndose de nuevo al suelo.

—No te muevas, gege —pidió.

Se inclinó y enganchó un brazo por debajo de las rodillas del chico y por detrás de la espalda. Tuvo cuidado con no tocar su costado izquierdo donde parecía tener una herida. Los brazos de Liú Tian fueron de inmediato detrás de su cuello y se aferró con desesperación y fuerza a él.

—¿Tu papá? —musitó Liú Tian contra su cuello.

—No está.

—Pero los guardias...

—Estoy solo —lo tranquilizó—. Pero podrían llegar en cualquier momento.

Liú Tian asintió contra su hombro, temblaba tanto que Xiao Zhen lograba palpar sus músculos estremeciéndose contra él. Ingresó a la casa y cerró la puerta con el pie. Caminó apresuradamente por el pasillo hasta llegar a su cuarto, mientras Liú Tian comenzaba a llorar con él con su labio inferior sujeto con los dientes para evitar emitir sonidos.

Le puso pestillo a su puerta tras dejarlo en el suelo.

—Debes bañarte, gege.

No se movió, continuaba abrazándose así mismo con el cuello escondido por la bata.

—Tian, estás sangrado, necesito que te bañes.

Liú Tian lo observó con sus pupilas dilatadas cuando fue hacia él y le afirmó el rostro con las manos. Lo tiró con delicadeza para llevarlo al baño, notando que un par de gotas de sangre habían caído en la madera oscura y pronto se absorbería dejando una mancha permanente. Lo hizo meterse con ropa dentro de la ducha. Luego agarró papel y corrió fuera. Secó las gotas de sangre de su cuarto y regresó al pasillo por si encontraba algo más. También revisó la entrada de la casa y asomó la cabeza a la calle. Liú Tian debió moverse rápido porque no había más rastros.

Al regresar a su cuarto, volvió a cerrar la puerta con pestillo. En el baño Liú Tian continuaba abrazándose a sí mismo cubierto por la bata negra. Temblaba tanto que sus dientes castañeaban.

—No te asustes —le pidió.

Lo apartó unos centímetros y dio la regadera, el chorro golpeó las zapatillas oscuras. Cuando el agua se tornó tibia, lo movió hacia ella. El pelo se le pegó al casco, mientras mantenía los ojos abiertos por la sorpresa. Las lágrimas ahora congeladas en sus mejillas.

Le quitó primero la bata, lavándola bien para sacarle los restos de sangre y la dejó en un costado, después le quitó el bolso que llevaba cruzado, finalmente los zapatos. El agua se tornó de rojo a rosa a medida que lo limpiaba.

—¿Qué sucedió, gege?

Sus ojos enormes brillaban por el miedo y también por las lágrimas contenidas, que escaparon al pestañear. Su labio rojo tembló al responder.

—Solo besé a un chico.

Supo de inmediato lo que había ocurrido.

—¿Te dispararon?

Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora