—Mamoncito mi Carlitos precioso.

—Solo digo la verdad.

Liú Tian puso los ojos en blanco.

—Si esto nos va a traer problemas, solo dime que termine con ella y lo haré. Pero sabes que a la larga será peor.

Xiao Zhen dio un suspiro y luego refunfuñó por lo bajo dejando en el suelo el pie de Liú Tian. Al ponerse de pie, Liú Tian le afirmó por la chaqueta y lo hizo sentarse otra vez.

—Basta con tus celos. Sí, lo admito, me siento querido y en extremo halagado. Me gustan, pero igual basta.

—No son celos —musitó Xiao Zhen—, son un hecho.

Le tocó la barbilla.

—Mis ojos solo están en ti.

Le dio un beso fugaz en la mejilla antes de volver a apoyarse contra el respaldo de su silla. Subió nuevamente la pierna sobre las de Xiao Zhen, quien contemplaba la entrada con nerviosismo y ansiedad.

—La puerta...

—Si cierras con pestillo será más sospechoso —informó Liú Tian, doblándose hacia adelante para enganchar un mechón del cabello de Xiao Zhen detrás de la oreja.

—Pero...

—Xiao Zhen, existen los amigos también, ¿lo sabes, cierto?

—Pero nosotros no somos precisamente amigos.

—¿Así que reconoces que eres mi novio?

Xiao Zhen se encogió de hombros con timidez.

—Puede.

—¿Solo puede? Me lastimas con tu indiferencia —se quejó todo melodramático—. Tal vez sí deberíamos ser solo amigos.

—Amigos no somos, gege.

—¿Novios entonces? —tarareó feliz.

Xiao Zhen se rio.

—No te rindes nunca.

Los párpados de Liú Tian bajaron un poco más.

—No puedo ser amigo de alguien con el que tengo pensamientos tan indecorosos —susurró, tocando su mandíbula con aire distraído.

La mirada de Xiao Zhen se dirigió hacia su cuello largo, que quedaba expuesto debido a que no se había abrochado los últimos botones. Su clavícula era visible entre la tela.

—Hoy no llevas pañuelo —observó Xiao Zhen.

—No, porque tenía fe que terminaríamos toqueteándonos en la biblioteca y no quería cubrir mi cuello por si te decidías dejarme un chupetón.

—¿No crees que eso habría sido sospechoso para Emma?

Liú Tian puso los ojos en blanco.

—Te aclaro que Emma con suerte ve mis manos, Charleston. Además, admítelo, sería súper extraño que le pidiese a mi novia que me bese el cuello. Me dirá rarito, que lo soy. Pero, mira, si me van a insultar, que por lo menos me dejen las piernas temblorosas.

Xiao Zhen parecía no haber escuchado nada, porque su mirada continuaba observando la piel descubierta de Liú Tian.

Gege.

—¿Mm?

—Tienes un esternocleidomastoideo muy bonito.

Aquello le sacó una carcajada sorpresiva y efusiva.

—¿Estás coqueteando conmigo, Xiao Zhen?

—Puede.

Liú Tian sacudió la cabeza con incredulidad.

—Espérate, pero ¿dónde está ese músculo? Espero que en el trasero o me voy a ofender muchísimo.

Esta vez era Xiao Zhen quien se reía, mientras se estiraba para rozar con el borde de la uña la piel descubierta del cuello de Liú Tian. Arrastró el dedo desde su mandíbula hasta tocar la clavícula, siguiendo el movimiento de su garganta al tragar nervioso.

—Es este músculo, gege.

Liú Tian soltó una inspiración temblorosa, acercándose solo otro centímetro en ese espacio que ya era tan íntimo. Con la pierna todavía sobre los muslos de Xiao Zhen, flectó la rodilla para deslizar su silla unos centímetros más cerca de él.

—Dime, mi Carlitos precioso, ¿cuándo tu padre nos volverá a bendecir con tu casa vacía?

Xiao Zhen agarró una de sus vendas y tiró al suelo el zapato de Liú Tian, sus dedos cerrándose en su tobillo. Empezó a enredar la tela, estirando y soltando, tensionando y dando espacio en cada vuelta para inmovilizar el pie de Liú Tian sin estrangularle el torrente sanguíneo.

—Dos semanas, debe viajar fuera de la ciudad—contó de pronto.

—¿Xiao Zhen?

Comenzó a soltar la venda para empezar nuevamente el proceso.

—¿Sí, gege?

—Solo practicas vendando tobillos —observó Liú Tian, de pronto Xiao Zhen sintió que su aliento le acariciaba muy cerca del oído—. ¿Pero qué sucede si te digo que el desgarro está en mi entrepierna?

El movimiento de la tela se detuvo unos instantes antes de continuar. Liú Tian había formado un puchero decepcionado cuando Xiao Zhen le subió el pantalón hasta la rodilla. Con los dedos le rozó con demasiada intensidad su piel ahora descubierta.

—¿Dónde dices, gege?

Y luego sus manos subieron un poco más. Masajeó su muslo y más arriba, tanto que sus nudillos rozaron la entrepierna de Liú Tian.

—¿Aquí?

El aire escapó de los pulmones de Liú Tian en un gruñido entrecortado. Balbuceó incoherencias hasta que una diminuta palabra se coló entre sus labios.

—S-sí.

Xiao Zhen se apartó y soltó la venda del tobillo, dejando la pierna de Liú Tian en el suelo con un sonido seco.

—No lo sé, gege —dudó en broma mientras se colocaba de pie. Al llegar a la puerta, se giró hacia un Liú Tian todavía paralizado en su silla. Le sonrió—. Tendremos que averiguarlo en dos semanas.

Se marchó dejando el corazón de Liú Tian revoloteando a la altura de su esternocle... cuello.

 cuello

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Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora