Xiao Zhen dejó caer su bolso ahí, ambos escondidos tras el tronco. Luan también lanzó sus cosas al suelo y se apoyó contra el árbol, su pie sobre una raíz alta. El chico tomó una inspiración que le hizo temblar el pecho.

—No sabía que era recíproco —comenzó diciendo con tono bajo—. Sospechaba algo, pero solo con respecto a los gustos de Tian.

—¿Lo sabías?

Luan se encogió de hombros con cuidado.

—Sospechaba que para Tian no eras solo un chico con el que quería ser agradable. Pero cuando Liú Tian me contó sobre tu padre, yo simplemente entré en pánico y solo pude ver a tu padre en ti. Yo pensé... pensé que podías hacerle daño si él se volvía descuidado y tú te enterabas de los sentimientos que tenía por ti.

Xiao Zhen cerró los ojos unos instantes y se apoyó a un costado de Luan, la madera rugosa raspando contra su espalda a pesar de la ropa.

—Jamás podría hacerle daño a Tian —replicó en un suspiro.

—Pero yo no sabía.

—Porque nunca quisiste saberlo.

Luan asintió tragando saliva.

—Por supuesto que nunca quise. Al principio estaba celoso porque Tian es mi único amigo, y cada vez pasaba más y más tiempo contigo y luego solo... yo supe lo de tu padre y me asusté, porque no dejaba de pensar en lo impulsivo e idiota que es Tian y que eso... y que eso conllevaría en un final terrible.

Hicieron una pausa, Xiao Zhen observaba una mariposa que se había posado en el cabello de Luan.

—No soy mi padre —al final dijo Xiao Zhen, las palabras saliendo forzadas y dolorosas de su garganta—. Yo jamás sería como mi padre.

Llevándose una mano al corazón, Luan asintió con los párpados tan cerrados que sus ojos solo eran una línea diminuta en su rostro asustado.

—Te juro que nunca pensé que era recíproco —balbuceó con algo de dificultad, apresurándose en continuar al percatarse que Xiao Zhen iba a interrumpirlo—. Yo solo me imaginé lo peor y cuando los vi marcharse en la noche, pensé... pensé que Liú Tian podría hacer algo y que tú ibas a rechazarlo y que... todos sabrían y que tu padre...

—Tian y tú se supone son mejores amigos, pero no hablan como mejores amigos.

Los labios de Luan se fruncieron en malestar.

—Tal vez no le di la confianza para contarme...

—A lo mejor él intentó y tú no quisiste escucharlo.

Luan bajó la mirada al suelo, se observó las manos blancas y pequeñas que temblaban frente a él.

—No creo que vaya a perdonarme algún día, yo no lo haría de ser él.

—Tian solo quiere ser aceptado por su mejor amigo.

Luan continuó mirando sus manos temblorosas, que arrugó en puños apretados y metió en los bolsillos del pantalón.

—La Organización Mundial de la Salud dice que ser gay es una enfermedad mental —susurró Luan con confusión, apenas pestañeaba mientras Xiao Zhen se paralizaba a su lado.

—No estamos enfermos —respondió, recordando la expresión de Liú Tian brillando en dolor cuando hace un tiempo susurró las mismas palabras al aferrarse a su camiseta.

—Pero ¿entonces por qué ellos siguen insistiendo en que es una enfermedad que puede ser curada? Son doctores, y se supone son las personas que más saben sobre nosotros mismos. Y no solo eso, la OMS se supone está compuesta por las personas más inteligentes del mundo y solo... solo me cuesta entender, porque ellos...

—Ellos son las mismas personas que hace una década volvieron a toda una generación de niños adictos a las benzodiazepinas al recetar librium como si fueran vitaminas. Ellos no lo saben todo, Luan. Y están equivocados en esto, solo que no quieren asumirlo porque implicará cambiar un pensamiento que llevan décadas manteniendo.

La expresión de Luan se paralizó. Su sonrisa tardó en aparecer. No se veía muy estable, sus mejillas temblaban al apoyar la cabeza en el tronco y soltar una risa un tanto histérica.

—Mi familia piensa que ser gay es una enfermedad que se contagia —susurró sacudiendo la cabeza con incredulidad. Todavía se le colaba una risa nerviosa al hablar—. Crecí siendo golpeado por mis hermanos solo por ser más pequeño que ellos y tener otro comportamiento. Y en esta ciudad, vivo con mi abuelo, quien la mitad del tiempo no recuerda que soy su nieto y la otra mitad insulta a Tian cuando va a visitarme porque le parece afeminado. Y yo solo tal vez me convertí en uno de ellos.

—Siempre puedes cambiar.

Pero Luan se giró hacia Xiao Zhen secándose las lágrimas que habían aparecido tan de pronto.

—Tian no merece alguien que dude de él ante la más mínima eventualidad.

—Luan...

—No seas como yo, por favor.

Y con esas últimas palabras, agarró sus cosas y se marchó.

Y con esas últimas palabras, agarró sus cosas y se marchó

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Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora