Pero Hayley no podía moverse, no podía dejar a Sirius así.
Lupin saltó hacia adelante y Sirius tuvo que empujarlo del pecho para que no se lanzara hacia ellos.
―¡Déjenmelo a mí, corran! ¡Harry, llévate a Hayley!
Perro Harry tampoco podía moverse.
No solo Lupin se había transformado, sino también Peter y había escapado, escurriéndose entre la hierba.
―Hijo de puta.―masculló Hayley.
Escucharon un aullido y un gruñido sordo. Al girarse, vieron a el hombre lobo adentrándose en el bosque apresuradamente.
―Sirius, ha escapado. ¡Pettigre se ha transformado!
Sirius sangraba. Tenía heridas en el hocico y en la espalda, pero al oír las palabras de Harry volvió a salir velozmente y al cabo de un instante el rumor de sus patas se perdió.
―¡Hayley, no!
Muy tarde. Hayley ya estaba siguiendo a Canuto.
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Hayley corrió lo más rápido que sus piernas le permitían cuando escuchó el aullido de un perro adolorido. Sentía el césped y las hojas crujir debajo sus zapatos y una gran impotencia al no saber muy bien qué hacer.
Cuando llegó a los alrededores del lago, se encontró con Sirius pero este ya no estaba en forma animaga. Se encontraba en cuclillas, con las manos en la cabeza. Gritaba y gemía pidiendo clemencia.
Hayley alzó la vista y fue cuando vio aquella masa negra llegando hacia ellos. Dementores.
Sintió a Harry llegar poco después que ella, le gritaba que se alejara pero ella no haría eso.
Hayley cayó de rodillas al escuchar una voz en su cabeza. Le dolía saber de quién era, le dolía escuchar a James Potter.
Tranquila, cariño. Padrino Canuto debe de estar por llegar. No llores, no llores. Canuto te va a salvar. Mamá y papá te aman... mamá y papá te aman...
Lágrimas bajaban y ella no podía controlarlas. Se aferró a el agarre a su varita con fuerza mientras un sollozo profundo se le escapaba de la garganta.
Papá lo haría por él.
―¡Expecto... EXPECTO PATRONUM!―gritó tan fuerte que sintió que pudo haberse desgarrado la garganta.
La felicidad volvía, el frío se iba y Hayley cayó rendida en la tierra tras los llamados de su mellizo.
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