39. Osito de peluche

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Juntó sus manos, frotándolas para intentar conseguir un poco de calor. No le preocupaba no sentir los dedos o que estos hubieran adoptado un color azulado, ni que sus zapatos se hubieran convertido en pequeños lagos helados. El suéter empapado se pegaba a él, haciéndole ver mucho más delgado.

Débil, derrotado. Su garganta quemaba por el llanto y los sentimientos retenidos; quería llorar y chillar, gritar para que todos escucharan aquello que tenía que decir. Aunque ni él mismo estaba seguro de qué era.

Aún no entendía del todo que había pasado, pero la incesante lluvia y oscuridad que se cernían sobre él en esa noche tormentosa le habían devuelto poco a poco a la realidad.

Que estaba solo, perdido, lo había estropeado todo con sus padres y había corrido sin mirar atrás en busca de alguien que no tenía idea de a donde había huido. La ansiedad que echaba raíces en su pecho comenzaba a nublar todo lo demás, luchando por cortarle la respiración, haciendo sus extremidades temblar con violencia y su estómago retorcerse.

JeongGuk había huido de él, y ahora estaba solo, al borde de una hipotermia o algo del estilo.

No podía más. Aguantar la presión, el cansacio y el cúmulo de sentimientos que le habían golpeado en escasas dos semanas era mucho para un pobre chico de instituto que acaba de aprender que se siente besar a alguien y que ni siquiera había asimilado su sexualidad.

El claxon del camión retumbando en sus oídos. El como sería rechazado por sus padres, por algo que no había podido evitar. Las manos de aquel bully tocando su cuerpo, haciéndolo sentir usado, que daba asco.
Todo aquello había terminado por sobrepasarle.

Se vio bajo el temporal, en medio de aquella calle sombría y vacía en busca de la única persona que, por primera vez, le había hecho sentirse el chico más especial del mundo.  Y que ahora, habiendo escapado de él, le hacía sentirse el ser más patético y estúpido de todos. TaeHyung se desplomó.

Sus rodillas fallaron poco antes de que el aire dejara de llegar a sus pulmones y cayó al asfalto como un muñeco roto; sus huesos se resintieron por el golpe y su piel se rasgó al chocar rudamente contra el suelo, pero ni tan siquiera lo sintió. Trató de sostenerse sobre sus brazos, temblando violentamente. La lluvía se llevaba consigo la sangre que brotaba de los raspones de sus piernas. No lograba respirar, no podía hablar, el pitido en sus oídos era ensordecedor.

Al escuchar aquella voz llamarlo, solo podía en pensar que iba a morir.

—¡Tae!

TaeHyung recordaba vagamente haberse aferrado al escaso calor que el pecho de un hombre con olor a brisa marina podía proporcionarle. Había sentido un aliento cálido contra su mejilla, un "te quiero" y un "lo siento", unos labios helados depositando un último beso en su piel.

● ● ●

Algo perdido y sin saber donde estaba, abrió los ojos. Ya no llevaba puesta su ropa mojada, y se percató de que en lugar de a él estaba abrazando un peluche de oso con un enorme lazo atado al cuello. A pesar de lo mullida y cálidas que eran las mantas y almohadas en las que se hundía y el que su osito desaparecido dos años atrás estaba de vuelta junto a él, el castaño sintió como algo frío se instalaba en su pecho.

Estaba solo en su habitación, con su pijama, sus libros y peluches. Le dolía la garganta y se sentía embotado, como en una nube. Las lágrimas anegaron sus ojos cuando los recuerdos volvieron a él de golpe. La puerta se abrió.

—¿JeongGuk...?

En seguida se arrepintió de abrir la boca. Su voz salió como un patético gemido lastimero, con la garganta rasposa y la boca seca. Se encogió en su lugar al ver a su madre entrar con una bandeja en las manos y la cara hinchada de llorar. Por él, por su culpa.

—Se marchó —musitó. Si TaeHyung no hubiera estado completamente quieto y en silencio, ni la habría escuchado— A Seúl.

«Pero él se iba mañana».

Ninguno de los dos dijo nda mientras su madre dejaba la bandeja al borde de su cama, quedándose de pie en vez de sentarse a su lado, como solía hacer.

«Se ha ido por tu culpa».

TaeHyung estiró su mano temblorosa para tomar un vaso con agua, bebiéndolo despacio. Agradecía mentalmente a medida que el líquido bajaba por su irritada garganta, tomándose su tiempo en saciar la sed. No se veía preparado para la conversación que se avecinaba.

—Olvídate de eso, mi amor... —la súplica en la débil voz de su madre y su expresión triste, que percibía aunque no la estuviera mirando directamente, resquebrajó su corazón— hazlo más fácil para todos... Por favor...

Estaba a punto de romper a llorar, pero tras la noche que había pasado sentía que ya no le quedaban lágrimas. La puerta de su cuarto se abrió de nuevo con violencia y su rostro se deformó en una mueca de temor cuando vio a su padre entrar, sin ningún sentimiento claro en sus facciones.

Escondió bajo las mantas su peluche de oso, cuya desaparición dos años atrás atribuía al hombre que se dedicó a gritarle que era la vergüenza de la familia la siguente media hora.
El resto de aquella infernal hora antes de que salieran de su habitación culpando de la situación a como lo habían criado, sus padres se convencieron de que era muy joven, que eran rebeldías propias de la edad, que nadie sabría... O trataron de hacerlo.

—Estás castigado.

No recordaba que le habían dicho antes de eso; la mente y el corazón de TaeHyung viajaban en un coche azul en dirección a Seúl.

Una vez solo, susurró su nombre de nuevo, sintiendo su corazón agitarse.

Daba igual cuanto esperase. Volvería a ver a Jeon JeongGuk.

FIN ;

little & cute boy © kookvWhere stories live. Discover now