30. Sorpresas y galletas

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Peinó su cabello con los dedos, acomodando hacia atrás los mechones rubios y dejando su frente despejada. Se cruzó de brazos, observando de reojo como el mayor removía su café lenta y distraídamente.

—¿Quién dijiste que iba a venir?  —JiMin tomó su refresco dando un sorbo, sin desviar su mirada de la silla vacía que tenía enfrente.

—No lo dije —contestó JeongGuk.

—Ah —el ambiente entre ambos era algo tenso. JiMin miraba la hora en su teléfono constantemente, moviendo su pierna y dándose pequeñas palmadas en el muslo, cubierto por unos vaqueros ajustados.

Se sentía ansioso, asustado. Incluso se le había olvidado hacerse el eyeliner antes de salir hacia el centro comercial.

—¿Puedes parar con la pierna? —Jeong dejó la cucharilla, con un bufido. JiMin se enderezó en la silla.

—Si tan solo me dijeras quién va a venir estaría más tranquilo —le encaró. La frente de su primo se arrugó mirándolo, chasqueando la lengua con molestia por su actitud. La expresión del mayor se relajó, sonriéndole ahora a su primo mientras miraba detrás de este.

—Ahí está —le dijo. JiMin suspiró rodando los ojos, viendo como JeongGuk levantaba su brazo para saludar.

Giró su cuello, observando como a penas unas cuantas personas caminaban de un lado al otro por el centro comercial, paseando y aprovechando para comprar en los pocos negocios que no habían cerrado por ser domingo.

No encontraba a la persona que su primo saludaba, pues nadie se dirigía hacia ellos. Entonces su mirada se detuvo donde, al lado de la columna, un chico alto y con gafas miraba hacia ellos, pareciendo desorientado. El rubio sintió que le faltaba el aire.

JiMin encogió en su silla, poniéndose la capucha de su sudadera y cubriendo su rostro con las manos, maldiciendo en cualquier idioma conocido y por conocer.

—Que no me vea, que no me vea, que no me vea… —JeongGuk abrió la boca para decir algo, observando como su primo resbalaba por la silla murmurando cosas sin sentido, pero volvió a cerrarla, confundido.

—¿JiMin, qué… qué te pasa? —titubeó, completamente extrañado por el comportamiento de su primo, deteniéndose antes de llevarse a la boca la galleta que estaba por comer.

—¡Mi ex! —emitió un chillido ahogado por sus manos, aún cubriendo su rostro— Joder, joder. Jeon, llama a ese tipo y dile que nos vemos en otro lado, vámonos de el centro comercial antes de que me vea, ¡mejor, huyamos del país!

El rostro de JeongGuk se descompuso, completamente confundido y desorientado. El rubio, cuyo cabello no se veía por la capucha, se levantó de un salto, agarrando su mochila del suelo y girándose sobre sus talones para irse, dispuesto a dejar al pelinegro con la palabra en la boca y salir corriendo lejos de allí.

Le daba igual tener que volver a casa andando. O corriendo. Pero su cuerpo se paralizó al notar una mano grande apresando su hombro.

—No sabes… no sabes cuanto me alegra volver a verte arreglado y esperando por mí, JiMin —aquella voz que tanto había anhelado escuchar le estremeció. Sus piernas temblaron y tragó saliva. Con esfuerzo, reunió toda la escasa valentía que le quedaba para girarse hacia él.

Se heló.

—Hey, NamJoon —graznó, con voz aguda y escandalosa.

JiMin sintió qué se deshacía. Incluso pudo ver su dignidad haciendo las maletas y despidiéndose de él antes de irse, riendo a carcajadas.
El moreno le dedicó una sonrisa triste, melancólica.

JeongGuk dejó caer su galleta, boquiabierto.

little & cute boy © kookvOnde as histórias ganham vida. Descobre agora