27. Límites

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Ambos sentían los labios sensibles y entumecidos, y aún así se negaban a separarse del otro. Estaban perdidos en su burbuja, ellos dos ajenos al resto del mundo.
TaeHyung había aprendido rápido a besar gracias a JeongGuk, y no quería perder ni un segundo de su práctica personal.

A sus labios se sumaba una embriagadora y deliciosa fricción entre sus cuerpos, con sus belfos chocando y sus lenguas jugueteando en la boca impropia, queriendo fundirse el uno con el otro entre sus alientos y saliva.
Las manos del mayor estaban sobre las caderas del castaño, los delgados dígitos de TaeHyung enredados en los mechones oscuros de la cabellera de JeongGuk mientras este lo presionaba con su gran cuerpo contra la mullida cama.

TaeHyung emitió un sonido que fue ahogado por la boca de Jeon, mientras tiraba suavemente de su cabello para que se separara. JeongGuk se alejó de sus labios despacio, abriendo los ojos y observando al castaño.

Respiraba agitado, manteniendo sus ojos cerrados y dejando caer los brazos pesadamente a los lados de su cuerpo, como agotado. Su cabello se desparramaba desordenado sobre su frente y de sus labios, rojizos e hinchados, caía un hilo de saliva. Sus pestañas largas, motivo de envidia para cualquiera, descansaban rozando a penas sus pómulos. JeongGuk pasó su dedo bajo su labio, limpiando su rostro y provocando que TaeHyung abriera sus ojos a mirarlo, haciéndolo que sus pestañas batieran, mostrando aquellos iris oscuros, esa mirada dulce y llena de vergüenza.

—Hyung… —balbuceó. JeongGuk le sonrió, indicando que siguiera hablando— me estás aplastando...

Los ojos del pelinegro se abrieron desmesuradamente, levantándose para quitar su peso de encima del menor. Sintió sus mejillas enrojecer mientras se separaba de su cuerpo, apoyándose a un lado del pequeño castaño y observándolo desde ahí.

—Perdón.

Kim se quedó mirándolo, el como JeongGuk mordía su labio a causa de la vergüenza y como se acomodaba la camisa blanca, desabrochando el primer y segundo botón de esta a causa del calor. No pudo reprimir una sonrisa, seguida de una suave risita mientras cubría parte de su rostro con la mano.

La frente de Jeon se arrugó, viendo con el ceño fruncido como TaeHyung comenzaba a sufrir pequeños espasmos causados por las estridentes risotadas. Sonrió de lado, dejándose caer sobre la cama al igual que TaeHyung, hombro con hombro, y comenzando a reír también.

Cuando cesaron las risas, JeongGuk suspiró, estaba seguro de que era tarde, pues habían pasado un buen rato… ocupados; pero no sabía que hora era y tenía hambre. No había comido nada.

—Bebé, —llamó, disfrutando en silencio de la sensación de pronunciar el cariñoso apodo— ¿ya cenaste?

—Sí, cenamos antes de que llegaras, Gukkie —TaeHyung levantó un poco su cadera para colocar bien su camiseta azul, que se había subido por encima de su abdomen, bajo la atenta mirada del pelinegro.

—¿Quieres —desvió la vista del cuerpo del menor hacia el techo, sentándose al borde de la cama— bajar con tus amigos? Yo iré a por algo de comer y ya subo.

—No… estoy bien aquí —TaeHyung se estiró, perezoso, viendo a JeongGuk levantarse y acomodar también sus pantalones vaqueros. Estaba cansado y no le apetecía bajar junto a los demás, sabiendo que ellos se quedarían prácticamente toda la noche despiertos, viendo la televisión, jugando a tonterías como verdad o reto y hablando sin parar.

Él quería descansar tranquilo y sin arriesgarse a levantarse con la cara llena de penes dibujados por haberse dormido el primero, como la última vez.
Y… no parecía una mala idea dormir junto a su hyung.

—Entonces… vengo ahora. Traeré galletas.

Sin echarle una última mirada al menor, Jeong salió del cuarto, cerrando la puerta con cuidado tras él. El pasillo estaba a oscuras y silencioso, y a penas se filtraba el suave murmullo de voces proveniente del piso de abajo.

—¿Desde cuando te metes con menores, Jeon?

El pelinegro se detuvo frente a la escalera de golpe, girándose a observar en la penumbra un cuerpo pálido apoyado sobre el marco de la puerta de su cuarto y una sonrisa maliciosa. No admitiría que se había sobresaltado, sin haberse dado cuenta de su presencia al pasar frente a él.

—¿Qué insinúas, Min? —dio un par de pasos hacia su amigo, observando como llevaba únicamente su ropa interior y una camiseta varias tallas bastante más grande, que desde luego no le pertenecía ni a YoonGi ni a él mismo. Dejaba a la vista la palidez de sus clavículas, y un par de marcas rojizas que adornaban sospechosamente la nívea tez de su cuello. Para JeongGuk no fue difícil atar cabos— ¿No dijiste que era hetero?

—Siempre se hacen los difíciles —contestó con simpleza, alzando sus brazos para rodear con ellos el cuello del hombre, susurrando en su oído—. El primero en retractarse fuiste tú, ¿recuerdas?

Jeon chasqueó la lengua, obligando al mayor a separarse con algo de molestia por su comentario desvergonzado. Señaló la puerta del cuarto, alzando una ceja.

—Entonces si entro ahí me encontraré con SeokJin, desnudo, en nuestra cama, ¿no?

YoonGi sonrió de manera gatuna.

—Tal vez —su tono de voz era gracioso, como si acabara de contar un chiste y estuviera esperando a que se riera. Guk no lo hizo, no pudiendo más que suspirar.

—No imaginaba que él fuera a caer tan rápido ante ti…

El peliazul se encogió de hombros, antes de endurecer su expresión relajada para mirar a su mejor amigo con advertencia e incluso rabia, tan duramente que incluso JeongGuk se estremeció.

—Ahora… No puedo decir que no me lo esperara, pero más te vale no haberte pasado de la ralla. Ya no tienes cinco añitos como para no saber donde están los límites —estaba claro que ya no hablaban de SeokJin. YoonGi lo encaró, con la mandíbula apretada; incluso al pelinegro, que le superaba en fuerza y tamaño, le causaba auténtico pavor—. Más te vale no hacerle nada al niño de lo que te puedas arrepentir, o yo mismo seré quien te arranque las pelotas, Jeon.

Se quedó en silencio y YoonGi lo dejó estar, sabiendo que lo que dijo había entrado en su cabeza dura a pesar de no contestar.
JeongGuk se dio la vuelta en cuanto YoonGi recuperó esa sonrisa llena de soberbia, recostándose en el marco de la puerta de nuevo. Se dirigió a las escaleras con la mandíbula apretada.

—Gukkie, —YoonGi lo llamó, cariñoso, y el nombrado se detuvo apretando los puños a la vez que suspiraba, sin girarse— tráeme una manzana al subir.

little & cute boy © kookvWhere stories live. Discover now